viernes, 11 de septiembre de 2015

El discípulo aventajado será como su maestro, Evangelio según San Lucas 6,39-42.



Primera Carta de San Pablo a Timoteo 1,1-2.12-14.

Pablo, Apóstol de Jesucristo por mandato de Dios, nuestro Salvador, y de Cristo Jesús, nuestra esperanza,
saluda a Timoteo, su verdadero hijo en la fe. Te deseo la gracia, la misericordia y la paz que proceden de Dios padre y de Cristo Jesús, nuestro Señor.
Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, porque me ha fortalecido y me ha considerado digno de confianza, llamándome a su servicio
a pesar de mis blasfemias, persecuciones e insolencias anteriores. Pero fui tratado con misericordia, porque cuando no tenía fe, actuaba así por ignorancia.
Y sobreabundó en mí la gracia de nuestro Señor, junto con la fe y el amor de Cristo Jesús.



Salmo 16(15),1-2a.5.7-8.11.

Protégeme, Dios mío,
porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor:
«Señor, tú eres mi bien.»

El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡tú decides mi suerte!
Bendeciré al Señor que me aconseja,
¡hasta de noche me instruye mi conciencia!

Tengo siempre presente al Señor:
él está a mi lado, nunca vacilaré.
Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,

de felicidad eterna a tu derecha.



Evangelio según San Lucas 6,39-42. 


Jesús hizo a sus discípulos esta comparación: "¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo? 
El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro. 
¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? 
¿Cómo puedes decir a tu hermano: 'Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo', tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano." 

El discípulo aventajado será como su maestro

    «El discípulo no es más que su maestro, si bien cuando termine su aprendizaje, será como su maestro» Los bienaventurados discípulos estaban destinados a ser guías y maestros espirituales de toda la tierra. Debían, pues, dar prueba, más que los demás, de un fervor sobresaliente, estar familiarizados con la manera de vivir según el Evangelio y acostumbrados a practicar toda obra buena. Debían transmitir a los que instruirían la doctrina exacta, saludable y estrictamente según la verdad, después de haberla contemplado ellos mismos y haber dejado que la luz divina iluminara su inteligencia. Sin lo cual serían ciegos conduciendo a otros ciegos. Porque los que están sumergidos en las tinieblas de la ignorancia no pueden conducir al conocimiento de la verdad a los hombres que son víctimas de la misma ignorancia. Por otra parte, no querrían que cayeran todos juntos en el abismo de sus malas tendencias.

    Por eso el Señor ha querido frenar la pendiente que conduce a la jactancia que se encuentra en tanta gente, y disuadirlos de querer rivalizar con sus maestros para llegar a tener más reputación que éstos. Les dijo: «El discípulo no es más que su maestro». Aunque algunos llegaran a un grado de virtud igual a sus predecesores, deberían, sobre todo, imitar su modestia. Pablo nos da prueba de ello cuando dice: «Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo» (1C 11,1).

    Siendo así ¿por qué juzgas cuando el Maestro todavía no ha juzgado? Porque él no vino al mundo para  juzgarlo (Jn 12,47) sino para salvarlo... «Si yo no juzgo, dice, tampoco juzgues tú que eres mi discípulo. Es posible que tú seas culpable de aquel a quien juzgas... ¿Por qué tienes que mirar la paja en el ojo de tu hermano?»




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