viernes, 19 de mayo de 2017

El discípulo no es más que su maestro

Libro de los Hechos de los Apóstoles 16,1-10. 


Pablo llegó luego a Derbe y más tarde a Listra, donde había un discípulo llamado Timoteo, hijo de una judía convertida a la fe y de padre pagano. 
Timoteo gozaba de buena fama entre los hermanos de Listra y de Iconio. 
Pablo quería llevarlo consigo, y por eso lo hizo circuncidar en consideración a los judíos que había allí, ya que todo el mundo sabía que su padre era pagano. 
Por las ciudades donde pasaban, transmitían las decisiones tomadas en Jerusalén por los Apóstoles y los presbíteros, recomendando que las observaran. 
Así, las Iglesias se consolidaban en la fe, y su número crecía día tras día. 
Como el Espíritu Santo les había impedido anunciar la Palabra en la provincia de Asia, atravesaron Frigia y la región de Galacia. 
Cuando llegaron a los límites de Misia, trataron de entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. 
Pasaron entonces por Misia y descendieron a Tróade. 
Durante la noche, Pablo tuvo una visión. Vio a un macedonio de pie, que le rogaba: "Ven hasta Macedonia y ayúdanos". 
Apenas tuvo esa visión, tratamos de partir para Macedonia, convencidos de que Dios nos llamaba para que la evangelizáramos. 

Salmo 100(99),1-2.3.5. 


Aclame al Señor toda la tierra,
sirvan al Señor con alegría, 
lleguen hasta él con cantos jubilosos.
Reconozcan que el Señor es Dios: 

él nos hizo y a él pertenecemos; 
somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
¡Qué bueno es el Señor! 
Su misericordia permanece para siempre, 

y su fidelidad por todas las generaciones. 


Evangelio según San Juan 15,18-21. 


Jesús dijo a sus discípulos: 
«Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. 
Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia. 
Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes. 
Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.» 

«El discípulo no es más que su maestro»


      La voluntad de Dios es lo que Cristo hizo y enseñó: la humildad en la conducta, la firmeza en la fe, la moderación en las palabras, la justicia en las acciones, la misericordia en las obras, la rectitud en las maneras; ser incapaz de hacer mal, pero poderlo tolerar cuando se es la víctima, conservar la paz con los hermanos, amar al Señor con todo el corazón, amar en él al Padre y temer a Dios, no preferir nada a Cristo, porque él mismo nos prefiere a nosotros; unirse inquebrantablemente a su amor ; abrazarse a su cruz con fuerza y confianza; cuando hay que luchar por su nombre y su honor, mostrar la constancia en nuestra confesión de la fe; mostrar, en la tortura, la confianza que sostiene nuestro combate, y en la muerte, la perseverancia que nos obtiene la corona. Es decir, querer ser coheredero con Cristo. Es decir, obedecer el mandamiento de Dios. Es decir, hacer la voluntad del Padre.



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