lunes, 17 de agosto de 2015

«Tú tendrás un tesoro en los cielos» Evangelio según San Mateo 19,16-22.




Libro de los Jueces 2,11-19.

Los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos del Señor y sirvieron a los Baales. 
Abandonaron al Señor, el Dios de sus padres, que los había hecho salir de Egipto; fueron detrás de otros dioses - los dioses de los pueblos vecinos - y se postraron delante de ellos, provocando así la indignación del Señor. 
Abandonaron al Señor para servir a Baal y a Astarté. 
Por eso, la ira del Señor se encendió contra Israel: él los puso en manos de salteadores, que los despojaron; los entregó a los enemigos que tenían a su alrededor, y no pudieron oponerles resistencia. 
En todas las campañas, la mano del Señor se ponía en contra de ellos para hacerles mal, como el mismo Señor lo había dicho y jurado. Así se encontraron en una situación muy angustiosa. 
Entonces el Señor suscitaba jueces, que salvaban a los israelitas del poder de los salteadores. 
Pero los israelitas no escuchaban a sus jueces, sino que se prostituían, yendo detrás de otros dioses y postrándose delante de ellos. Se desviaban muy pronto del camino seguido por sus padres, que habían obedecido los mandamientos del Señor. Ellos, en cambio, no hacían lo mismo. 
Cuando el Señor les suscitaba jueces, estaba con el juez y los salvaba de las manos de sus enemigos mientras vivía el juez, porque se compadecía de los gemidos que les provocaban sus opresores y perseguidores. 
Pero cuando moría el juez, volvían a pervertirse más aún que sus antepasados: iban detrás de otros dioses para servirlos y postrarse delante de ellos, sin renunciar en nada a sus malas acciones y a su conducta obstinada. 



Salmo 106(105),34-35.36-37.39-40.43ab.44. 

No exterminaron a los pueblos 
como el Señor les había mandado;
se mezclaron con los paganos 
e imitaron sus costumbres;

rindieron culto a sus ídolos, 
que fueron para ellos una trampa.
Sacrificaron en honor de los demonios 
a sus hijos y a sus hijas;

Se mancharon con sus acciones 
y se prostituyeron con su mala conducta;
por eso el Señor se indignó contra su pueblo 
y abominó de su herencia.

El Señor los libró muchas veces,
pero ellos se obstinaron en su actitud,
Sin embargo, él miró su aflicción 
y escuchó sus lamentos.





Evangelio según San Mateo 19,16-22. 

Luego se le acercó un hombre y le preguntó: "Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?". 
Jesús le dijo: "¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos". 
"¿Cuáles?", preguntó el hombre. Jesús le respondió: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo". 
El joven dijo: "Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?". 
"Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". 
Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes. 

«Tú tendrás un tesoro en los cielos»

        Qué persona, cuando ve dejar ciertos bienes grandes, no se dice: Yo querría imitar bien a estos que así se apartan del mundo, pero no tendré nada que pueda dejar. Vosotros abandonáis mucho, mis hermanos, cuando renunciáis a los deseos terrenos. Nuestros bienes externos, lo mismo si son pequeños, bastan a los ojos del Señor. Es el corazón lo que él mira, y no la fortuna. No pesa el valor comercial del sacrificio, sino la intención de quien la ofrece... El Reino de Dios no tiene precio, y sin embargo te cuesta exactamente lo que tú tienes...Le ha costado a Pedro y a Andrés abandonar una barca y las redes; ha costado a la viuda dos monedas de plata(Lc 21,2); ha costado a cualquier otro un vaso de agua fresca(Mt 10,42). El Reino de Dios, nosotros hemos dicho, cuesta lo que tú tienes. Mirad, por tanto, mis hermanos, ¿qué es más fácil de adquirir y qué es más precioso de poseer?

        Pero puede ser que tu mismo no tengas un vaso de agua fresca que ofrecer a un pobre en necesidad. En este caso la Palabra de Dios nos tranquiliza...«Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad»(Lc 2,14). En efecto, a los ojos de Dios, la mano no está jamás desprovista de presente si el secreto del corazón está lleno de buena voluntad...Pero si yo no tuviera nada exterior para ofrecerte, mi Dios, yo encontraría sin embargo en mí mismo esto que depositaría sobre el altar en tu alabanza...Tú te complaces en las ofrendas del corazón.




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