sábado, 4 de abril de 2015

Evangelio Comentado,«Este es el día de alegría y de gozo» (San Juan 20,1-9.)

Libro de los Hechos de los Apóstoles 10,34a.37-43. 
Pedro, tomando la palabra, dijo:
"Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: 
cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. El pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él. 
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo. 
Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, 
no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección. 
Y nos envió a predicar al pueblo, y atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos. 
Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre". 



Salmo 118(117),1-2.16ab-17.22-23. 
¡Den gracias al Señor, porque es bueno, 
porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel: 
¡es eterno su amor!

La mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas.
No, no moriré: 
viviré para publicar lo que hizo el Señor.

La piedra que desecharon los constructores 
es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor 
y es admirable a nuestros ojos.





Carta de San Pablo a los Colosenses 3,1-4
Hermanos: 
Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. 
Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. 
Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. 
Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria. 



Evangelio según San Juan 20,1-9. 
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. 
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". 
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. 
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. 
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. 
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, 
y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. 
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. 
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. 


«Este es el día de alegría y de gozo»

     «Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo» (Sl 117, 24). No es por casualidad, hermanos míos, que hoy leemos este salmo en el que el profeta nos invita a la alegría y al gozo, en el que el santo David invita a toda la creación a celebrar este día; porque la resurrección de Cristo ha abierto el abismo en el que se encontraban los muertos, los recién bautizados de la Iglesia han rejuvenecido la tierra, el Espíritu Santo ha mostrado el cielo. Los infiernos, una vez abiertos, han devuelto a los muertos; la tierra rejuvenecida hace surgir a los resucitados; y el cielo con toda su grandeza se abre para acoger a los que suben hacia él.  

     El ladrón ha subido al  paraíso (Lc 23,43); los cuerpos de los santos entran en la ciudad santa (Mt 27,53)... Por la resurrección de Cristo, todos los elementos, como por impulso, se levantan a las alturas. El infierno retorna a los ángeles que guardaba cautivos, la tierra manda al cielo a los que estaban cubiertos por ella, el cielo presenta al Señor a los que él ha acogido... La resurrección de Cristo es vida para los difuntos, perdón para los pecadores, gloria para los santos. Es así que el gran David invita a toda la creación a celebrar la resurrección de Cristo y la incita a exultar de gozo y de alegría en este día que ha hecho el Señor.

     Pero diréis..., el cielo y el infierno no han sido creados para el día de este mundo; a estos elementos ¿se les puede pedir celebrar un día que se les escapa totalmente? ¡Es que este día que ha hecho el Señor todo lo penetra, todo lo contiene, abraza conjuntamente el cielo, la tierra y el infierno! La luz que es Cristo no ha podido ser frenada por los muros, ni rota por los elementos, ni ensombrecida por las tinieblas. La luz de Cristo es verdaderamente un día sin noche, un día sin fin. Resplandece por todas partes, brilla por todas partes, permanece en todas partes.




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