miércoles, 4 de marzo de 2015

¡Veremos entonces en qué terminan sus sueños! (Génesis 37,3-4.12-13a.17b-28)

Israel amaba a José más que a ningún otro de sus hijos, porque era el hijo de la vejez, y le mandó hacer una túnica de mangas largas. 
Pero sus hermanos, al ver que lo amaba más que a ellos, le tomaron tal odio que ni siquiera podían dirigirle el saludo. 
Un día, sus hermanos habían ido hasta Siquém para apacentar el rebaño de su padre. 
Entonces Israel dijo a José: "Tus hermanos están con el rebaño en Siquém. Quiero que vayas a verlos".
José fue entonces en busca de sus hermanos, y los encontró en Dotán. 
Ellos lo divisaron desde lejos, y antes que se acercara, ya se habían confabulado para darle muerte. 
"Ahí viene ese soñador", se dijeron unos a otros. 
"¿Por qué no lo matamos y lo arrojamos en una de esas cisternas? Después diremos que lo devoró una fiera. ¡Veremos entonces en qué terminan sus sueños!". 
Pero Rubén, al oír esto, trató de salvarlo diciendo: "No atentemos contra su vida". 
Y agregó: "No derramen sangre. Arrójenlo en esa cisterna que está allá afuera, en el desierto, pero no pongan sus manos sobre él". En realidad, su intención era librarlo de sus manos y devolverlo a su padre sano y salvo. 
Apenas José llegó al lugar donde estaban sus hermanos, estos lo despojaron de su túnica - la túnica de mangas largas que llevaba puesta - , 
lo tomaron y lo arrojaron a la cisterna, que estaba completamente vacía. 
Luego se sentaron a comer. De pronto, alzaron la vista y divisaron una caravana de ismaelitas que venían de Galaad, transportando en sus camellos una carga de goma tragacanto, bálsamo y mirra, que llevaban a Egipto. 
Entonces Judá dijo a sus hermanos: "¿Qué ganamos asesinando a nuestro hermano y ocultando su sangre? 
En lugar de atentar contra su vida, vendámoslo a los ismaelitas, porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne". Y sus hermanos estuvieron de acuerdo. 
Pero mientras tanto, unos negociantes madianitas pasaron por allí y retiraron a José de la cisterna. Luego lo vendieron a los ismaelitas por veinte monedas de planta, y José fue llevado a Egipto.


Salmo 105(104),16-17.18-19.20-21. 


Él provocó una gran sequía en el país 
y agotó todas las provisiones.
Pero antes envió a un hombre, 
a José, que fue vendido como esclavo.

Le ataron los pies con grillos 
y el hierro oprimió su garganta,
hasta que se cumplió lo que él predijo, 
y la palabra del Señor lo acreditó.

El rey ordenó que lo soltaran, 
el soberano de pueblos lo puso en libertad;
lo nombró señor de su palacio 

y administrador de todos sus bienes


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