sábado, 14 de marzo de 2015

Porque yo quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos. (Oseas 6,1-6.)

«Vengan, volvamos al Señor: él nos ha desgarrado, pero nos sanará; ha golpeado, pero vendará nuestras heridas. 
Después de dos días nos hará revivir, al tercer día nos levantará, y viviremos en su presencia. 
Esforcémonos por conocer al Señor: su aparición es cierta como la aurora. Vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia de primavera que riega la tierra». 
¿Qué haré contigo, Efraím? ¿Qué haré contigo, Judá? Porque el amor de ustedes es como nube matinal, como el rocío que pronto se disipa. 
Por eso los hice pedazos por medio de los profetas, los hice morir con las palabras de mi boca, y mi juicio surgirá como la luz. 
Porque yo quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos. 



Salmo 51(50),3-4.18-19.20-21ab. 


¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, 
por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa 
y purifícame de mi pecado!

Los sacrificios no te satisfacen; 
si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:
mi sacrificio es un espíritu contrito, 
tú no desprecias el corazón contrito y humillado.

Trata bien a Sión, Señor, por tu bondad; 
reconstruye los muros de Jerusalén.
Entonces aceptarás los sacrificios rituales
-las oblaciones y los holocaustos-.


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