domingo, 16 de agosto de 2015

« El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él» Evangelio según San Juan 6,51-58.




Libro de los Proverbios 9,1-6. 

La Sabiduría edificó su casa, talló sus siete columnas,
inmoló sus víctimas, mezcló su vino, y también preparó su mesa.
Ella envió a sus servidoras a proclamar sobre los sitios más altos de la ciudad:
"El que sea incauto, que venga aquí". Y al falto de entendimiento, le dice:
"Vengan, coman de mi pan, y beban del vino que yo mezclé.
Abandonen la ingenuidad, y vivirán, y sigan derecho por el camino de la inteligencia".



Salmo 34(33),2-3.10-11.12-13.14-15.

Bendeciré al Señor en todo tiempo, 
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor: 
que lo oigan los humildes y se alegren.

Teman al Señor, todos sus santos, 
porque nada faltará a los que lo temen.
Los ricos se empobrecen y sufren hambre, 
pero los que buscan al Señor no carecen de nada.

Vengan, hijos, escuchen: 
voy a enseñarles el temor del Señor.
¿Quién es el hombre que ama la vida 
y desea gozar de días felices?

Guarda tu lengua del mal, 
y tus labios de palabras mentirosas.
Apártate del mal y practica el bien, 
busca la paz y sigue tras ella.




Carta de San Pablo a los Efesios 5,15-20. 

Cuiden mucho su conducta y no procedan como necios, sino como personas sensatas que saben aprovechar bien el momento presente, porque estos tiempos son malos. 
No sean irresponsables, sino traten de saber cuál es la voluntad del Señor. 
No abusen del vino que lleva al libertinaje; más bien, llénense del Espíritu Santo. 
Cuando se reúnan, reciten salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y celebrando al Señor de todo corazón. 
Siempre y por cualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo. 





Evangelio según San Juan 6,51-58.

Jesús dijo a los judíos:
"Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".
Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?".
Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente".

« El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él»

     El sacrificio celestial instituido por Cristo es, verdaderamente, la herencia que nos legó con su testamento nuevo; la noche en que iba a ser entregado para ser crucificado nos dejó como una prenda de su presencia. Es el viático para nuestro viaje, nuestro alimento en el camino de la vida hasta que, dejando este mundo, lleguemos al término de ésa. Por eso el Señor dijo: «Si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros».

     Quiso que todos sus favores permanecieran entre nosotros; quiso que las almas rescatadas con su preciosa sangre fueran siempre santificadas según la imagen de su propia Pasión. Por eso dio orden a sus fieles discípulos, que puso como los primeros presbíteros de su Iglesia, que celebraran para siempre estos misterios de vida eterna... Por eso todo el pueblo de los fieles debería tener cada día ante sus ojos la representación de la Pasión de Cristo; teniéndola en nuestras manos, recibiéndola en nuestra boca y en nuestro corazón, conservaremos un recuerdo imborrable de nuestra redención.

     Precisa que el pan sea hecho con harina de muchos granos de trigo, mezclada con agua y el fuego culmine su obra en ella. Se encuentra, pues, en ella una imagen semejante al cuerpo de Cristo porque nosotros sabemos que Cristo, con todos los hombres,  forma un solo cuerpo que el Espíritu Santo ha llevado a su plenitud... De la misma manera, el vino de su sangre se saca de muchos racimos, es decir, de racimos de la viña por él plantada, exprimidos bajo el lagar de la cruz; derramado en el corazón de sus fieles borbotea en él por su propio poder.

     Este es el sacrificio de la Pascua que lleva la salvación a todos los que han sido liberados de la esclavitud de Egipto y del Faraón, es decir, del demonio. Recibidlo unidos a nosotros, con toda la avidez de un corazón religioso.



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