sábado, 8 de agosto de 2015

¿Cuál es tu maná? «Yo soy el pan vivo», Evangelio según San Juan 6,41-51.




Primer Libro de los Reyes 19,4-8.

Luego caminó un día entero por el desierto, y al final se sentó bajo una retama. Entonces se deseó la muerte y exclamó: "¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, porque yo no valgo más que mis padres!". 
Se acostó y se quedó dormido bajo la retama. Pero un ángel lo tocó y le dijo: "¡Levántate, come!". 
El miró y vio que había a su cabecera una galleta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y se acostó de nuevo. 
Pero el Angel del Señor volvió otra vez, lo tocó y le dijo: "¡Levántate, come, porque todavía te queda mucho por caminar!". 
Elías se levantó, comió y bebió, y fortalecido por ese alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña de Dios, el Horeb. 



Salmo 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9. 


Bendeciré al Señor en todo tiempo, 
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor: 
que lo oigan los humildes y se alegren.

Glorifiquen conmigo al Señor, 
alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: El me respondió 
y me libró de todos mis temores.

Miren hacia El y quedarán resplandecientes, 
y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor: 
El lo escuchó y lo salvó de sus angustias.

El Ángel del Señor acampa 
en torno de sus fieles, y los libra.
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! 
¡Felices los que en El se refugian!




Carta de San Pablo a los Efesios 4,30-32.5,1-2. 

No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, que los ha marcado con un sello para el día de la redención. 
Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. 
Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo. 
Traten de imitar a Dios, como hijos suyos muy queridos. 
Practiquen el amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios. 





Evangelio según San Juan 6,41-51.

Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: "Yo soy el pan bajado del cielo". 
Y decían: "¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: 'Yo he bajado del cielo'?" 
Jesús tomó la palabra y les dijo: "No murmuren entre ustedes. 
Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. 
Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. 
Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre. 
Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. 
Yo soy el pan de Vida. 
Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. 
Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera. 
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". 


«Yo soy el pan vivo»

    Es admirable que Dios haya hecho llover el maná para nuestros padres y que se hayan saciado cada día con pan del cielo. Es porque se ha dicho: «El hombre ha comido el pan de los ángeles» (Sl 77,25). Sin embargo todos los que comieron de este pan en el desierto murieron. Y por el contrario, este alimento que recibes, este pan vivo bajado del cielo, da el alimento de la vida eterna, y quienquiera que lo coma no morirá jamás. Es el Cuerpo de Cristo...

    Aquel maná era del cielo, este de más arriba de los cielos; aquel era un don del cielo, este  es del Señor de los cielos; aquel estaba sujeto a la corrupción si se guardaba hasta el día siguiente, este no conoce la corrupción. Para los Hebreos el agua ha brotado de la roca, para ti la sangre brota de Cristo. El agua les ha calmado la sed por un momento, a ti la sangre te lava para siempre. Los Hebreos bebieron y siguieron teniendo sed. Tú, una vez que hayas bebido, ya nunca más tendrás sed (Jn 4,14). Aquello era la prefiguración, esta es la verdad plena...

    Era «sombra de lo venidero» (Col 2,17). Escucha eso que se manifestó a nuestros padres: «En el desierto bebieron de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo» (1Co 10,4)... Tú has conocido la realización, has visto la plena luz, la verdad prefigurada, el Cuerpo del Creador más bien que el maná del cielo... Eso que comemos y bebemos, lo expresa así en otra parte el Espíritu Santo: «Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él» (Sl 33,9).





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