jueves, 27 de agosto de 2015

Canto de victoria (Isaías 26,3-4)




26 En aquel día se entonará esta canción en la tierra de Judá:
«Tenemos una ciudad fuerte.
    Como un muro, como un baluarte,
    Dios ha interpuesto su salvación.
Abran las puertas, para que entre
    la nación justa que se mantiene fiel.
Al de carácter firme
    lo guardarás en perfecta paz,
    porque en ti confía.
Confíen en el Señor para siempre,
    porque el Señor es una Roca eterna.
Él hace caer a los que habitan en lo alto
    y abate a la ciudad enaltecida:
la abate hasta dejarla por el suelo,
    la derriba hasta hacerla morder el polvo.
¡Los débiles y los desvalidos
    la pisotean con sus propios pies!»
La senda del justo es llana;
    tú, que eres recto, allanas su camino.
Sí, en ti esperamos, Señor,
    y en la senda de tus juicios;
tu nombre y tu memoria
    son el deseo de nuestra vida.
Todo mi ser te desea por las noches;
    por la mañana mi espíritu te busca.
Pues cuando tus juicios llegan a la tierra,
    los habitantes del mundo aprenden lo que es justicia.
10 Aunque al malvado se le tenga compasión,
    no aprende lo que es justicia;
en tierra de rectitud actúa con iniquidad,
    y no reconoce la majestad del Señor.
11 Levantada está, Señor, tu mano,
    pero ellos no la ven.
¡Que vean tu celo por el pueblo, y sean avergonzados;
    que sean consumidos por el fuego
    destinado a tus enemigos!
12 Señor, tú estableces la paz en favor nuestro,
    porque tú eres quien realiza todas nuestras obras.
13 Señor y Dios nuestro,
    otros señores nos han gobernado,
    pero sólo a tu nombre damos honra.
14 Ya están muertos, y no revivirán;
    ya son sombras, y no se levantarán.
Tú los has castigado y destruido;
    has hecho que perezca su memoria.
15 Tú, Señor, has engrandecido a la nación;
    la has engrandecido y te has glorificado;
    has extendido las fronteras de todo el país.
16 Señor, en la angustia te buscaron;
    apenas si lograban susurrar una oración
    cuando tú ya los corregías.
17 Señor, nosotros estuvimos ante ti
    como cuando una mujer embarazada
se retuerce y grita de dolor
    al momento de dar a luz.
18 Concebimos, nos retorcimos,
    pero dimos a luz tan sólo viento.
No trajimos salvación a la tierra,
    ni nacieron los habitantes del mundo.
19 Pero tus muertos vivirán,
    sus cadáveres volverán a la vida.
¡Despierten y griten de alegría,
    moradores del polvo!
Porque tu rocío es como el rocío de la mañana,
    y la tierra devolverá sus muertos.
20 ¡Anda, pueblo mío, entra en tus habitaciones
    y cierra tus puertas tras de ti;
escóndete por un momento,
    hasta que pase la ira!
21 ¡Estén alerta!,
    que el Señor va a salir de su morada
para castigar la maldad
    de los habitantes del país.
La tierra pondrá al descubierto la sangre derramada;
    ¡ya no ocultará a los masacrados en ella!





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