martes, 7 de julio de 2015

«Rogad al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies» Evangelio según San Mateo 9,32-38.


Libro de Génesis 32,22-32.
Y aquella noche Jacob permaneció en el campamento, mientras sus regalos iban delante de él.
Aquella noche, Jacob se levantó, tomó a sus dos mujeres, a sus dos sirvientas y a sus once hijos, y cruzó el vado de Iaboc.
Después que los hizo cruzar el torrente, pasó también todas sus posesiones.
Entonces se quedó solo, y un hombre luchó con él hasta rayar el alba.
Al ver que no podía dominar a Jacob, lo golpeó en la articulación del fémur, y el fémur de Jacob se dislocó mientras luchaban.
Luego dijo: "Déjame partir, porque ya está amaneciendo: .Pero Jacob replicó: "No te soltaré si antes no me bendices".
El otro le preguntó: "¿Cómo te llamas?", "Jacob", respondió.
El añadió: "En adelante no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido".
Jacob le rogó: "Por favor, dime tu nombre". Pero él respondió: "¿Cómo te atreves a preguntar mi nombre?". Y allí mismo lo bendijo.
Jacob llamó a aquel lugar con el nombre de Peniel, porque dijo: "He visto a Dios cara a cara, y he salido con vida".
Mientras atravesaba Peniel, el sol comenzó a brillar, y Jacob iba rengueando del muslo.



Salmo 17(16),1.2-3.6-7.8b.15.
Escucha, Señor, mi justa demanda,
atiende a mi clamor;
presta oído a mi plegaria,
porque en mis labios no hay falsedad.
Tú me harás justicia,
porque tus ojos ven lo que es recto:

si examinas mi corazón
y me visitas por las noches,
si me pruebas al fuego,
no encontrarás malicia en mí.
Mi boca no se excedió
Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes:

inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu gracia,
tú que salvas de los agresores
a los que buscan refugio a tu derecha.
Escóndeme a la sombra de tus alas.
Pero yo, por tu justicia, contemplaré tu rostro,

y al despertar, me saciaré de tu presencia.



Evangelio según San Mateo 9,32-38.
En cuanto se fueron los ciegos, le presentaron a un mudo que estaba endemoniado.
El demonio fue expulsado y el mudo comenzó a hablar. La multitud, admirada, comentaba: "Jamás se vio nada igual en Israel".
Pero los fariseos decían: "El expulsa a los demonios por obra del Príncipe de los demonios".
Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias.
Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor.
Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos.
Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha."

«Rogad al  Señor de la mies que mande trabajadores a su mies»

     Hay personas que por tener un porte exterior bien compuesto y el interior lleno de grandes sentimientos de Dios, se detienen en eso...; se contentan con las dulces conversaciones que tienen con Dios durante la oración... No nos engañemos: toda nuestra tarea consiste en pasar a los actos. Y esto es de tal manera así que el apóstol san Juan nos dice que tan sólo nuestras obras podrán servirnos para la otra vida (Ap 14,13). Reflexionemos pues sobre ello tanto más cuanto que, en este tiempo hay muchos que parecen virtuosos y, efectivamente, lo son, y sin embargo se inclinan hacia una vida dulce y cómoda más que a una devoción trabajosa y sólida.

    La Iglesia es comparada a una gran mies que precisa obreros, pero obreros que trabajen. No hay nada más conforme al Evangelio que acumular, por un lado, luces y fuerzas para su alma en la oración, en la lectura y en la soledad, e ir seguidamente a hacer participar a los hombres de este alimento espiritual. Es hacer lo que nuestro Señor ha hecho y, después de él lo han hecho los apóstoles; es unir el oficio de Marta al de María; es imitar la paloma que, para alimentar a sus pequeñuelos, digiere la mitad de la comida que ha tomado y después, con su pico, mete el resto en la boca de sus hijos. Esto es lo que debemos hacer nosotros, así es como, con nuestras obras, hemos de dar a Dios, testimonio de que le amamos. Toda nuestra tarea consiste en pasar a las acciones.



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