jueves, 30 de julio de 2015

«¿No es el Hijo del Carpintero?» Evangelio según San Mateo 13,54-58


Libro del Levítico 23,1.4-11.15-16.27.34b-37. 
El Señor dijo a Moisés:
Las fiestas del Señor, las asambleas litúrgicas que ustedes convocarán a su debido tiempo, son las siguientes:
En el primer mes, el día catorce, al ponerse el sol, se celebrará la Pascua del Señor,
y el quince de ese mismo mes tendrá lugar la fiesta de los Acimos en honor del Señor. Durante siete días comerán panes sin levadura.
El primer día tendrán una asamblea litúrgica y no harán ningún trabajo servil.
Durante siete días ofrecerán una ofrenda que se quema para el Señor. El séptimo día habrá una asamblea litúrgica y ustedes no harán ningún trabajo servil.
El Señor dijo a Moisés:
Habla en estos términos a los israelitas: Cuando entren en la tierra que yo les doy y cuando recojan la cosecha, entregarán al sacerdote la primera gavilla.
El día siguiente al sábado, él la ofrecerá al Señor con el gesto de presentación, para que les sea aceptada;
También contarán siete semanas, a partir del día en que entreguen la gavilla ofrecida con el gesto de presentación, o sea a partir del día siguiente al sábado. Las semanas deberán ser completas.
Por eso tendrán que contar hasta el día siguiente al séptimo sábado: cincuenta días en total. Entonces ofrecerán al Señor una ofrenda de grano nuevo.
Además, el décimo día de ese séptimo mes, será el día de la Expiación. Habrá una asamblea litúrgica, observarán el ayuno y presentarán una ofrenda que se quema para el Señor.
Habla en estos términos a los israelitas: Además, el día quince de este séptimo mes se celebrará la fiesta de las Chozas en honor del Señor, durante siete días.
El primer día habrá una asamblea litúrgica, y ustedes no harán ningún trabajo servil.
Durante siete días presentarán una ofrenda que se quema para el Señor. Al octavo día, celebrarán una asamblea litúrgica y presentarán una ofrenda que se quema para el Señor: es una asamblea solemne y ustedes no harán ningún trabajo.
Estas son las fiestas del Señor, en las que ustedes convocarán las asambleas litúrgicas y presentarán ofrendas que se queman para el Señor - holocaustos, oblaciones, sacrificios y libaciones, según corresponda a cada día -



Salmo 81(80),3-4.5-6ab.10-11ab.
Entonen un canto, toquen el tambor,
y la cítara armoniosa, junto con el arpa.
Toquen la trompeta al salir la luna nueva,
y el día de luna llena, el día de nuestra fiesta.

Porque esta es una ley para Israel,
un precepto del Dios de Jacob:
él se la impuso como norma a José,
cuando salió de la tierra de Egipto.

No tendrás ningún Dios extraño,
no adorarás a ningún dios extranjero:
yo, el Señor, soy tu Dios,
que te hice subir de la tierra de Egipto.




Evangelio según San Mateo 13,54-58.
Al llegar a su pueblo, se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal manera que todos estaban maravillados. "¿De dónde le viene, decían, esta sabiduría y ese poder de hacer milagros?
¿No es este el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos Santiago, José, Simón y Judas?
¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde le vendrá todo esto?".
Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Entonces les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo y en su familia".
Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe de esa gente.

«¿No es el Hijo del Carpintero?»

    El Verbo de Dios ha nacido por todos una vez  según la carne . Pero, a causa de su amor a los hombres, desea nacer sin pararse según el espíritu en estos que le desean. El se hace niño pequeño y se desarrolla en ellos al mismo tiempo que las virtudes; se manifiesta en la medida en que sabe que  el que le recibe es capaz. Actuando de este modo, no  puede tener celos el que espera el brillo de su propia grandeza, porque él capacita y mide la capacidad de estos que desean verle.

    De este modo el Verbo de Dios se revela siempre a nosotros a la manera que nos conviene y sin embargo vive invisible en todos, por la inmensidad de su misterio. Por esto el Apóstol por excelencia, considerando la fuerza de este misterio, dice con sensatez: «Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y siempre» (Hb 13,8); contempla este misterio siempre nuevo que la inteligencia jamás terminará de escrutar... La fe sólo puede comprender este misterio, ella que está en el fondo de todo lo que desborda la inteligencia y desafía la expresión.



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