viernes, 17 de julio de 2015

La nueva ley “escrita no sobre tablas de piedras sino (...) sobre los corazones” (2 Co 3,3) Evangelio según San Mateo 12,1-8


Libro del Exodo 11,10.12,1-14. 
Moisés y Aarón realizaron todos estos prodigios delante del Faraón; pero el Señor le había endurecido el corazón, y él no dejó partir de su país a los israelitas.
Luego el Señor dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto:
«Este mes será para ustedes el mes inicial, el primero de los meses del año.
Digan a toda la comunidad de Israel: "El diez de este mes, consíganse cada uno un animal del ganado menor, uno para cada familia.
Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal entero, se unirá con la del vecino que viva más cerca de su casa. En la elección del animal tengan en cuenta, además del número de comensales, lo que cada uno come habitualmente.
Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá ser cordero o cabrito.
Deberán guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel.
Después tomarán un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el dintel de la puerta de las casas donde lo coman.
Y esa misma noche comerán la carne asada al fuego, con panes sin levadura y verduras amargas.
No la comerán cruda ni hervida, sino asada al fuego; comerán también la cabeza, las patas y las entrañas.
No dejarán nada para la mañana siguiente, y lo que sobre, lo quemarán al amanecer.
Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor.
Esa noche yo pasaré por el país de Egipto para exterminar a todos sus primogénitos, tanto hombres como animales, y daré un justo escarmiento a los dioses de Egipto. Yo soy el Señor.
La sangre les servirá de señal para indicar las casas donde ustedes estén. Al verla, yo pasaré de largo, y así ustedes se librarán del golpe del Exterminador, cuando yo castigue al país de Egipto.
Este será para ustedes un día memorable y deberán solemnizarlo con una fiesta en honor del Señor. Lo celebrarán a lo largo de las generaciones como una institución perpetua."»



Salmo 116(115),12-13.15-16bc.17-18.
¿Con qué pagaré al Señor
todo el bien que me hizo?
Alzaré la copa de la salvación
e invocaré el nombre del Señor.

¡Qué penosa es para el Señor
la muerte de sus amigos!
tu servidor, lo mismo que mi madre:
por eso rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré mis votos al Señor,
en presencia de todo su pueblo.




Evangelio según San Mateo 12,1-8.
Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas.
Al ver esto, los fariseos le dijeron: "Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado".
Pero él les respondió: "¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre,
cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes?
¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta?
Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo.
Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes.
Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado".

La nueva ley “escrita no sobre tablas de piedras sino (...) sobre los corazones” (2 Co 3,3)

    Así, pues, en aquel viejo pueblo aún no se celebraba la Pascua en el resplandor de la luz, sino en la sombra cargada de significado (Col 2,17). Y después de cincuenta días de aquella celebración (…) se otorga en el monte Sinaí la ley, escrita con el dedo de Dios. (…) Dios descendió, como está escrito, sobre el monte Sinaí en medio del fuego, golpeando con espanto al pueblo que se mantenía a lo lejos y escribiendo la ley, con su dedo, en la piedra y no en el corazón (Ex 31,18). Al contrario, cuando el Espíritu Santo descendió sobre la tierra, los discípulos estaban todos juntos  en un mismo lugar, y en lugar de asustarles desde lo alto de la montaña,  entró en la casa donde estaban reunidos (Hch 2,1ss). Se oyó de lo alto del cielo un ruido parecido al de un viento violento que se acerca,  pero este ruido no asustó a nadie.

    Habéis oído el ruido, ved también el fuego; pues, sobre la montaña, se distinguían también estos dos fenómenos: el ruido y el fuego. Sobre el monte Sinaí, el fuego estaba rodeado de humo; aquí, al contrario, es de una claridad brillante: “Vieron, dice la Escritura, como unas lenguas de fuego que se repartían.” ¿Era un fuego que sembraba a lo lejos el temor? De ninguna manera: “estas lenguas de fuegos se posaron sobre cada uno de ellos” (…).” Escuchad esta lengua que habla, y comprended que es el Espíritu Santo quien escribe, no sobre la piedra, sino en el corazón. Así pues “la ley del espíritu de vida”, escrita en el corazón y no en la piedra, la ley del espíritu de vida que está en Jesucristo en el cual la Pascua se ha celebrado con toda verdad (1Co 5,7), “os ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.” (Rm 8,2).





No hay comentarios:

Publicar un comentario