sábado, 4 de julio de 2015

Creer hoy en Jesús




Libro de Ezequiel 2,2-5. 
Cuando me habló, un espíritu entró en mí y me hizo permanecer de pie, y yo escuché al que me hablaba.
El me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los israelitas, a un pueblo de rebeldes que se han rebelado contra mí; ellos y sus padres se han sublevado contra mí hasta el día de hoy.
Son hombres obstinados y de corazón endurecido aquellos a los que yo te envío, para que les digas: "Así habla el Señor ".
Y sea que escuchen o se nieguen a hacerlo -porque son un pueblo rebelde- sabrán que hay un profeta en medio de ellos.



Salmo 123(122),1-2a.2bcd.3-4. 
Levanto mis ojos hacia ti,
que habitas en el cielo.
Como los ojos de los servidores
están fijos en las manos de su señor,

y los ojos de la servidora
en las manos de su dueña:
¡Ten piedad, Señor,
ten piedad de nosotros,

porque estamos hartos de desprecios!
Nuestra alma está saturada
de la burla de los arrogantes,
del desprecio de los orgullosos.




Carta II de San Pablo a los Corintios 12,7-10. 
Y para que la grandeza de las revelaciones no me envanezca, tengo una espina clavada en mi carne, un ángel de Satanás que me hiere.
Tres veces pedí al Señor que me librara,
pero él me respondió: "Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad". Más bien, me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo.
Por eso, me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.



Evangelio según San Marcos 6,1-6. 
Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos?
¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo.
Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa".
Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos.
Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.

Creer hoy en Jesús

     Son muchos los que no cesan de decir: «Si hubiéramos vivido en tiempo de los Apóstoles, y si hubiéramos sido juzgados dignos de ver a Cristo como ellos, también como ellos seríamos santos». Con eso ignoran que entonces como ahora que es él el mismo que habla, tanto ahora como entonces, en todo el universo... La situación actual no es seguramente la misma que la de entonces, pero es la situación de hoy, de ahora, que es mucho más dichosa. Con más facilidad nos conduce a una fe y una convicción más profundas que el hecho de haberlo visto y escuchado entonces corporalmente.

     En efecto, entonces era un hombre que aparecía como un hombre de humilde condición; pero ahora se nos predica que es Dios verdadero. Entonces trataba frecuentemente con publicanos y pecadores y comía con ellos; pero ahora está sentado a la derecha del Padre, sin haberse separado nunca de él... Entonces, incluso la gente más simple le menospreciaban diciendo: «¿No es éste el hijo de María (Mc 13,15) y de José (Lc 4,22), el carpintero? (Mt 13,55). Pero ahora  los reyes y príncipes lo adoran como a Hijo del verdadero Dios, y Dios verdadero él mismo... Entonces era tenido por un hombre corruptible y mortal entre todos los demás. Dios sin forma e invisible, recibe, sin experimentar cambio ni alteración alguna, una forma en un cuerpo humano y se mostró totalmente hombre, no ofreciendo a las miradas nada que no fuera como los demás hombres. Comió, bebió, durmió, sudó y se cansó; hizo todo lo que hacen los demás hombres, excepto pecar.

     Era una gran cosa reconocer y creer que un hombre como él era Dios, el mismo que hizo el cielo, la tierra y todo lo que hay en ellos... Así pues, el que actualmente escucha cada día, a través de los santos evangelios, a Jesús que proclama y anuncia la voluntad del Padre bendito, sin obedecerle con temor y temblor y sin guardar sus mandamientos, tampoco hubiera entonces aceptado creer en él.




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