jueves, 2 de abril de 2015

Evangelio Comentado, ¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí? (Juan 13,1-15.)

Libro del Exodo 12,1-8.11-14. 
El Señor dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto: 
«Este mes será para ustedes el mes inicial, el primero de los meses del año. 
Digan a toda la comunidad de Israel: "El diez de este mes, consíganse cada uno un animal del ganado menor, uno para cada familia. 
Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal entero, se unirá con la del vecino que viva más cerca de su casa. En la elección del animal tengan en cuenta, además del número de comensales, lo que cada uno come habitualmente. 
Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá ser cordero o cabrito. 
Deberán guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel. 
Después tomarán un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el dintel de la puerta de las casas donde lo coman. 
Y esa misma noche comerán la carne asada al fuego, con panes sin levadura y verduras amargas. 
Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor. 
Esa noche yo pasaré por el país de Egipto para exterminar a todos sus primogénitos, tanto hombres como animales, y daré un justo escarmiento a los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. 
La sangre les servirá de señal para indicar las casas donde ustedes estén. Al verla, yo pasaré de largo, y así ustedes se librarán del golpe del Exterminador, cuando yo castigue al país de Egipto. 
Este será para ustedes un día memorable y deberán solemnizarlo con una fiesta en honor del Señor. Lo celebrarán a lo largo de las generaciones como una institución perpetua."» 



Salmo 116(115),12-13.15-16.17-18. 
¿Con qué pagaré al Señor 
todo el bien que me hizo? 
Alzaré la copa de la salvación 
e invocaré el nombre del Señor. 

¡Qué penosa es para el Señor 
la muerte de sus amigos! 
Yo, Señor, soy tu servidor, 
tu servidor, lo mismo que mi madre: 
por eso rompiste mis cadenas. 

Te ofreceré un sacrificio de alabanza, 
e invocaré el nombre del Señor. 
Cumpliré mis votos al Señor, 
en presencia de todo su pueblo.





Carta I de San Pablo a los Corintios 11,23-26. 
Hermanos: Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: 
El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, 
dio gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía". 
De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: "Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memora mía". 
Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva. 



Evangelio según San Juan 13,1-15. 
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. 
Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. 
Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. 
Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?". 
Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás". 
"No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte". 
"Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!". 
Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos". 
El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios". 
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? 
Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. 
Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. 
Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes." 

“Tomando la copa...les dijo: Esta es la copa de mi sangre...derramada por muchos para la remisión de los pecados.”  (Mt 26.28)

    Oh, Amor inestimable! Revelando tus secretos me has dado el remedio dulce y amargo a la vez que me cura de mis enfermedades, que arranca de  mi ignorancia y de mi negligencia. Reanima mi esfuerzo y me llena de un deseo ardiente de refugiarme en ti. Me has mostrado tu bondad y los ultrajes que has sufrido de parte de todos los hombres, entre ellos de los ministros sagrados. Me haces llorar sobre mí  misma, pobre pecadora, y sobre los que viven miserablemente, más muertos que vivos, tú que eres la bondad infinita. ...Te pido insistentemente: ten misericordia del mundo y de tu Iglesia santa!

    Oh, pobre de mí, mi alma está dolorida a causa del mal que he cometido. No tardes, Señor, a hacer misericordia al mundo, accede a cumplir los deseos de tus servidores...Desean la sangre por la que has lavado la iniquidad y borrado la mancha del pecado de Adán. Esta sangre nos pertenece ya que en ella nos ofreces un baño. Tú no quieres ni puedes negarla a quien te la pide sinceramente. Da, pues, el fruto de esta sangre a tus criaturas... Por esta sangre, te piden que tengas misericordia de este mundo.





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