jueves, 16 de abril de 2015

Evangelio Comentado, El Hijo revela al Padre, Juan 3,31-36.

Libro de los Hechos de los Apóstoles 5,27-33. 
Los guardias hicieron comparecer a los Apóstoles ante el Sanedrín, y el Sumo Sacerdote les dijo: 
"Nosotros les habíamos prohibido expresamente predicar en ese Nombre, y ustedes han llenado Jerusalén con su doctrina. ¡Así quieren hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre!". 
Pedro, junto con los Apóstoles, respondió: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. 
El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, al que ustedes hicieron morir suspendiéndolo del patíbulo. 
A él, Dios lo exaltó con su poder, haciéndolo Jefe y Salvador, a fin de conceder a Israel la conversión y el perdón de los pecados. 
Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el Espíritu Santo que Dios ha enviado a los que le obedecen". 
Al oír estas palabras, ellos se enfurecieron y querían matarlos. 



Salmo 34(33),2.9.17-18.19-20. 
Bendeciré al Señor en todo tiempo, 
su alabanza estará siempre en mis labios.
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! 
¡Felices los que en él se refugian!

pero el Señor rechaza a los que hacen el mal 
para borrar su recuerdo de la tierra.
Cuando ellos claman, el Señor los escucha 
y los libra de todas sus angustias.

El Señor está cerca del que sufre 
y salva a los que están abatidos.
El justo padece muchos males, 
pero el Señor lo libra de ellos.




Evangelio según San Juan 3,31-36. 
El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra pertenece a la tierra y habla de la tierra. El que vino del cielo 
da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su testimonio. 
El que recibe su testimonio certifica que Dios es veraz. 
El que Dios envió dice las palabras de Dios, porque Dios le da el Espíritu sin medida. 
El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en sus manos. 
El que cree en el Hijo tiene Vida eterna. El que se niega a creer en el Hijo no verá la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él. 

El Hijo revela al Padre

    “A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.” (Jn 1,18)

    Desde el principio, el Hijo nos ha dado a conocer al Padre, ya que está junto al Padre desde el principio. En el tiempo fijado, es él quien ha manifestado a los hombres, para su provecho, el sentido de las visiones proféticas, la diversidad de gracias, los ministerios y en qué consiste la glorificación del Padre; todo ello como una melodía bien compuesta y harmoniosa. En efecto, donde hay orden, allí hay armonía; donde hay armonía allí todo sucede a su debido tiempo; y donde todo sucede a su debido tiempo, allí hay provecho. Por eso, en provecho de los hombres, el Verbo se ha constituido en dispensador de la gracia del Padre, según sus designios, mostrando a Dios a los hombres, presentando al hombre a Dios, salvaguardando la invisibilidad del Padre, por temor a que los hombres no tuvieran siempre un concepto muy elevado de Dios y un objetivo hacia el cual tender, y al mismo tiempo haciendo también que Dios sea visible a los hombres de múltiples maneras, no sea que, privados totalmente de Dios, llegaran a perder la misma existencia.


    Porque la gloria de Dios es que el hombre viva, y la vida del hombre es la visión de Dios. Si ya la revelación de Dios a través de la creación es causa de vida para todos los seres que existen sobre la tierra, ¡cuanto más la manifestación del Padre por medio del Verbo para los que ven a Dios!


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