martes, 17 de marzo de 2015

El me llevó hasta allí, y yo vi a un hombre que por su aspecto parecía de bronce, Ezequiel 40,1-3.47,1-9.12.

El año vigesimoquinto de nuestro exilio, al comienzo del año, el décimo día del mes, es decir, catorce años después de la destrucción de la ciudad, ese mismo día, la mano del Señor descendió sobre mí, y él me llevó allá. 
En una visión divina, me llevó a la tierra de Israel y me posó sobre una montaña muy alta, sobre la que había algo así como las construcciones de una ciudad, al sur. 
El me llevó hasta allí, y yo vi a un hombre que por su aspecto parecía de bronce, con una cuerda de lino y una vara de medir en la mano. Estaba de pie en el pórtico. 
El hombre me hizo volver a la entrada de la Casa, y vi que salía agua por debajo del umbral de la Casa, en dirección al oriente, porque la fachada de la Casa miraba hacia el oriente. El agua descendía por debajo del costado derecho de la Casa, al sur del Altar. 
Luego me sacó por el camino de la puerta septentrional, y me hizo dar la vuelta por un camino exterior, hasta la puerta exterior que miraba hacia el oriente. Allí vi que el agua fluía por el costado derecho. 
Cuando el hombre salió hacia el este, tenía una cuerda en la mano. Midió quinientos metros y me hizo caminar a través del agua, que me llegó a los tobillos. 
Midió otros quinientos metros y me hizo caminar a través del agua, que me llegó a las rodillas. Midió otros quinientos metros y me hizo caminar a través del agua, que me llegó a la cintura. 
Luego midió otros quinientos metros, y ya era un torrente que no pude atravesar, porque el agua había crecido: era un agua donde había que nadar, un torrente intransitable. 
El hombre me dijo: "¿Has visto, hijo de hombre?", y me hizo volver a la orilla del torrente. 
Al volver, vi que a la orilla del torrente, de uno y otro lado, había una inmensa arboleda. 
Entonces me dijo: "Estas aguas fluyen hacia el sector oriental, bajan hasta la estepa y van a desembocar en el Mar. Se las hace salir hasta el Mar, para que sus aguas sean saneadas. 
Hasta donde llegue el torrente, tendrán vida todos los seres vivientes que se mueven por el suelo y habrá peces en abundancia. Porque cuando esta agua llegue hasta el Mar, sus aguas quedarán saneadas, y habrá vida en todas parte adonde llegue el torrente. 
Al borde del torrente, sobre sus dos orillas, crecerán árboles frutales de todas las especies. No se marchitarán sus hojas ni se agotarán sus frutos, y todos los meses producirán nuevos frutos, porque el agua sale del Santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas de remedio". 



Salmo 46(45),2-3.5-6.8-9. 

El Señor es nuestro refugio y fortaleza, 
una ayuda siempre pronta en los peligros.
Por eso no tememos, aunque la tierra se conmueva 
y las montañas se desplomen hasta el fondo del mar.

Los canales del Río alegran la Ciudad de Dios, 
la más santa Morada del Altísimo.
El Señor está en medio de ella: nunca vacilará; 
él la socorrerá al despuntar la aurora.

El Señor de los ejércitos está con nosotros, 
nuestro baluarte es el Dios de Jacob.
Vengan a contemplar las obras del Señor, 
Él hace cosas admirables en la tierra.


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