viernes, 19 de mayo de 2017

El discípulo no es más que su maestro

Libro de los Hechos de los Apóstoles 16,1-10. 


Pablo llegó luego a Derbe y más tarde a Listra, donde había un discípulo llamado Timoteo, hijo de una judía convertida a la fe y de padre pagano. 
Timoteo gozaba de buena fama entre los hermanos de Listra y de Iconio. 
Pablo quería llevarlo consigo, y por eso lo hizo circuncidar en consideración a los judíos que había allí, ya que todo el mundo sabía que su padre era pagano. 
Por las ciudades donde pasaban, transmitían las decisiones tomadas en Jerusalén por los Apóstoles y los presbíteros, recomendando que las observaran. 
Así, las Iglesias se consolidaban en la fe, y su número crecía día tras día. 
Como el Espíritu Santo les había impedido anunciar la Palabra en la provincia de Asia, atravesaron Frigia y la región de Galacia. 
Cuando llegaron a los límites de Misia, trataron de entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. 
Pasaron entonces por Misia y descendieron a Tróade. 
Durante la noche, Pablo tuvo una visión. Vio a un macedonio de pie, que le rogaba: "Ven hasta Macedonia y ayúdanos". 
Apenas tuvo esa visión, tratamos de partir para Macedonia, convencidos de que Dios nos llamaba para que la evangelizáramos. 

Salmo 100(99),1-2.3.5. 


Aclame al Señor toda la tierra,
sirvan al Señor con alegría, 
lleguen hasta él con cantos jubilosos.
Reconozcan que el Señor es Dios: 

él nos hizo y a él pertenecemos; 
somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
¡Qué bueno es el Señor! 
Su misericordia permanece para siempre, 

y su fidelidad por todas las generaciones. 


Evangelio según San Juan 15,18-21. 


Jesús dijo a sus discípulos: 
«Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. 
Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia. 
Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes. 
Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.» 

«El discípulo no es más que su maestro»


      La voluntad de Dios es lo que Cristo hizo y enseñó: la humildad en la conducta, la firmeza en la fe, la moderación en las palabras, la justicia en las acciones, la misericordia en las obras, la rectitud en las maneras; ser incapaz de hacer mal, pero poderlo tolerar cuando se es la víctima, conservar la paz con los hermanos, amar al Señor con todo el corazón, amar en él al Padre y temer a Dios, no preferir nada a Cristo, porque él mismo nos prefiere a nosotros; unirse inquebrantablemente a su amor ; abrazarse a su cruz con fuerza y confianza; cuando hay que luchar por su nombre y su honor, mostrar la constancia en nuestra confesión de la fe; mostrar, en la tortura, la confianza que sostiene nuestro combate, y en la muerte, la perseverancia que nos obtiene la corona. Es decir, querer ser coheredero con Cristo. Es decir, obedecer el mandamiento de Dios. Es decir, hacer la voluntad del Padre.



jueves, 18 de mayo de 2017

Este es mi mandamiento: amaos los unos a los otros como yo os he amado

Libro de los Hechos de los Apóstoles 15,22-31. 


En aquellos días, los Apóstoles, los presbíteros y la Iglesia entera, decidieron elegir a algunos de ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, hombres eminentes entre los hermanos,
y les encomendaron llevar la siguiente carta: "Los Apóstoles y los presbíteros saludamos fraternalmente a los hermanos de origen pagano, que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia.
Habiéndonos enterado de que algunos de los nuestros, sin mandato de nuestra parte, han sembrado entre ustedes la inquietud y provocado el desconcierto,
hemos decidido de común acuerdo elegir a unos delegados y enviárselos junto con nuestros queridos Bernabé y Pablo,
los cuales han consagrado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Por eso les enviamos a Judas y a Silas, quienes les transmitirán de viva voz este mismo mensaje.
El Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga más que las indispensables, a saber:
que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos, de la sangre, de la carne de animales muertos sin desangrar y de las uniones ilegales. Harán bien en cumplir todo esto. Adiós".
Los delegados, después de ser despedidos, descendieron a Antioquía donde convocaron a la asamblea y le entregaron la carta.
Esta fue leída y todos se alegraron por el aliento que les daba.

Salmo 57(56),8-9.10-12. 


Mi corazón está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar al son de instrumentos:
¡despierta, alma mía!
¡Despierten, arpa y cítara,
para que yo despierte a la aurora!

Te alabaré en medio de los pueblos, Señor,
te cantaré entre las naciones,
porque tu misericordia se eleva hasta el cielo
y tu fidelidad hasta las nubes.
¡Levántate, Dios, por encima del cielo,
y que tu gloria cubra toda la tierra!



Evangelio según San Juan 15,12-17. 


Jesús dijo a sus discípulos:
«Este es mi mandamiento: Amense los unos a los otros, como yo los he amado.
No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.
Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.
Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.
No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá.
Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.»

«Este es mi mandamiento: amaos los unos a los otros como yo os he amado»


      Todas las palabras sagradas del Evangelio están repletas de mandamientos del Señor. ¿Entonces, por qué, el Señor dijo que el amor era su mandato? "Este es mi mandamiento: amamos los unos a los otros." Resulta que todos los mandamientos surgen del amor, que todos los preceptos son sólo uno, y cuyo único fundamento es la caridad. Las ramas de un árbol brotan de la misma raíz: así todas las virtudes nacen sólo de la caridad. La rama de una buena obra, no permanece vigorosa,  si separa de la raíz de la caridad. Por lo tanto, los mandamientos del Señor son numerosos, y al mismo tiempo son uno - múltiple por la diversidad de las obras, uno en la raíz del amor.
¿Cómo mantener este amor? El mismo Señor nos lo da a entender: en la mayoría de los preceptos de su Evangelio, ordena a sus amigos que se amen en Él, y que amen a sus enemigos por Él. El que ama a su amigo en Dios y su enemigo por Dios, posee la verdadera caridad.

      Hay personas que aman a sus familiares, pero sólo movidos por sentimientos de afecto que surgen del parentesco natural...  Las palabras sagradas del Evangelio no hacen a estos hombres ningún reproche. Pero lo que espontáneamente se le da a la naturaleza es una cosa, y aquello que se da por caridad en obediencia es otra. Las personas a las que me he referido, aman sin duda a su prójimo... pero según la carne y no según el Espíritu...  Diciendo: "Este es mi mandamiento: amaos los unos a los otros", el Señor, inmediatamente ha añadido: "Como yo os he amado." Estas palabras significan claramente: "amar por la misma razón que Yo os he amado".


miércoles, 17 de mayo de 2017

Permaneced en mí como yo en vosotros

Libro de los Hechos de los Apóstoles 15,1-6.



Algunas personas venidas de Judea enseñaban a los hermanos que si no se hacían circuncidar según el rito establecido por Moisés, no podían salvarse. 
A raíz de esto, se produjo una agitación: Pablo y Bernabé discutieron vivamente con ellos, y por fin, se decidió que ambos, junto con algunos otros, subieran a Jerusalén para tratar esta cuestión con los Apóstoles y los presbíteros. 
Los que habían sido enviados por la Iglesia partieron y atravesaron Fenicia y Samaría, contando detalladamente la conversión de los paganos. Esto causó una gran alegría a todos los hermanos. 
Cuando llegaron a Jerusalén, fueron bien recibidos por la Iglesia, por los Apóstoles y los presbíteros, y relataron todo lo que Dios había hecho con ellos. 
Pero se levantaron algunos miembros de la secta de los fariseos que habían abrazado la fe, y dijeron que era necesario circuncidar a los paganos convertidos y obligarlos a observar la Ley de Moisés. 
Los Apóstoles y los presbíteros se reunieron para deliberar sobre este asunto. 

Salmo 122(121),1-2.3-4a.4b-5.




¡Qué alegría cuando me dijeron: 
«Vamos a la Casa del Señor!»
Nuestros pies ya están pisando 
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén, que fuiste construida 
como ciudad bien compacta y armoniosa.
Allí suben las tribus,
las tribus del Señor.

Porque allí está el trono de la justicia, 
el trono de la casa de David.

Evangelio según San Juan 15,1-8.




Jesús dijo a sus discípulos: 
«Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. 
El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. 
Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. 
Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. 
Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. 
Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. 
Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. 


«Permaneced en mí como yo en vosotros»


      No es posible comprometerse en el apostolado directo si no se es un alma de oración. Seamos conscientes de ser uno con Cristo, tal como él era consciente de ser uno con su Padre; nuestra actividad no es verdaderamente apostólica si no en la medida en que le dejamos a él trabajar en nosotros y a través nuestro con su propio poder, su deseo y su amor. Hemos de llegar a la santidad pero no para sentirnos en estado de santidad, sino para que Cristo pueda plenamente vivir en nosotros. El don total de nosotros mismos en el amor, en  la fe, en la pureza, está ligado al servicio de los pobres. Sólo cuando hayamos aprendido a buscar a Dios y su voluntad, nuestras relaciones con los pobres serán un camino de santificación para nosotros y para los demás. 

      Amad orar; a lo largo del día  sentid la necesidad de orar y esforzaos para orar. La oración dilata el corazón hasta tener la capacidad de este don que Dios nos hace de sí mismo. Pedid y buscad, (Lc 11,9) y vuestro corazón se ensanchará hasta poderle acoger y que esté con vosotros.






La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.»

lunes, 15 de mayo de 2017

El Espíritu Santo enseñará todo

Libro de los Hechos de los Apóstoles 14,5-18.



Al producirse en Iconio un tumulto los paganos y los judíos, dirigidos por sus jefes, intentaron maltratar y apedrear a Pablo y Bernabé. 
Estos, al enterarse, huyeron a Listra y a Derbe, ciudades de Licaonia, y a sus alrededores; 
y allí anunciaron la Buena Noticia. 
Había en Listra un hombre que tenía las piernas paralizadas. Como era tullido de nacimiento, nunca había podido caminar,  y sentado, escuchaba hablar a Pablo. Este, mirándolo fijamente, vio que tenía la fe necesaria para ser curado, y le dijo en voz alta: "Levántate, y permanece erguido sobre tus pies". El se levantó de un salto y comenzó a caminar. 
Al ver lo que Pablo acababa de hacer, la multitud comenzó a gritar en dialecto licaonio: "Los dioses han descendido hasta nosotros en forma humana", y daban a Bernabé el nombre de Júpiter, y a Pablo el de Mercurio porque era el que llevaba la palabra. 
El sacerdote del templo de Júpiter que estaba a la entrada de la ciudad, trajo al atrio unos toros adornados de guirnaldas y, junto con la multitud, se disponía a sacrificarlos. 
Cuando Pablo y Bernabé se enteraron de esto, rasgaron sus vestiduras y se precipitaron en medio de la muchedumbre, gritando: 
"Amigos, ¿qué están haciendo? Nosotros somos seres humanos como ustedes, y hemos venido a anunciarles que deben abandonar esos ídolos para convertirse al Dios viviente que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos. 
En los tiempos pasados, él permitió que las naciones siguieran sus propios caminos. 
Sin embargo, nunca dejó de dar testimonio de sí mismo, prodigando sus beneficios, enviando desde el cielo lluvias y estaciones fecundas, dando el alimento y llenando de alegría los corazones". 
Pero a pesar de todo lo que dijeron, les costó mucho impedir que la multitud les ofreciera un sacrificio. 



Salmo 115(113B),1-2.3-4.15-16.




No nos glorifiques a nosotros, Señor: 
glorifica solamente a tu Nombre, 
por tu amor y tu fidelidad.
¿Por qué han de decir las naciones: 
«¿Dónde está su dios?»



Nuestro Dios está en el cielo y en la tierra 
él hace todo lo que quiere.
Los ídolos, en cambio, son plata y oro, 
obra de las manos de los hombres.



Sean bendecidos por el Señor, 
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor, 
y la tierra la entregó a los hombres.





Evangelio según San Juan 14,21-26.




Jesús dijo a sus discípulos: 
«El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él". 
Judas -no el Iscariote- le dijo: "Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?". 
Jesús le respondió: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. 
El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. 
Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. 
Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.»


“El Espíritu Santo enseñará todo”

      La vida contemplativa es la vida del cielo... En efecto, gracias al amor de unión con Dios, el hombre traspasa su ser de criatura, para descubrir y saborear la opulencia y las delicias que el mismo Dios es y que deja que fluyan sin cesar en lo más escondido del ser humano, allí donde éste es semejante a la nobleza de Dios. Cuando el hombre recogido y contemplativo llega así a encontrar su imagen eterna, y cuando, en esta nitidez, gracias al Hijo, encuentra su lugar en el seno del Padre, es iluminado por la verdad divina... 


      Porque es preciso saber que el Padre celestial, abismo viviente, a través de las obras y con todo lo que vive en él, se gira hacia su Hijo como hacia su eterna Sabiduría (Pr 8,22s); y esta misma Sabiduría, con todo lo que vive en ella y a través de sus obras, se refleja en el Padre, es decir, en este abismo del cual ella ha salido. De este encuentro brota la tercera Persona, la que es entre el Padre y el Hijo, es decir, el Espíritu Santo, su común amor, que es uno con ellos en unidad de naturaleza. Este amor abraza y atraviesa con fruición al Padre, al Hijo y a todo lo que vive en ellos, y esto con una opulencia y un gozo tal que todas las criaturas quedan absortas en un silencio eterno. Porque la maravilla inaccesible, escondida en este amor, sobrepasará eternamente a la comprensión de toda criatura. 



      Cuando reconocemos esta maravilla y la saboreamos sin asombro, es señal de que nuestro espíritu se encuentra más allá de sí mismo y que se hace uno con el Espíritu de Dios, saboreando y contemplando sin medida, igual que Dios saborea y contempla su propia riqueza en la unidad de su profundidad viviente, según su modo de ser increado... Este delicioso encuentro, que  se realiza en nosotros según el modo de Dios, se renueva constantemente... Porque de la misma manera que el Padre mira sin cesar todas las cosas como nuevas en su nacimiento en su Hijo, son de la misma forma amadas de manera nueva por el Padre y por el Hijo en el constante fluir del Santo Espíritu. Este es el encuentro del Padre y del Hijo en el cual somos amorosamente abrazados, gracias al Santo Espíritu, en un amor eterno.



RECOMENDACIÓN

 
   

domingo, 14 de mayo de 2017

¿Vosotros ya sabéis el camino?

Libro de los Hechos de los Apóstoles 6,1-7.


En aquellos días, como el número de discípulos aumentaba, los helenistas comenzaron a murmurar contra los hebreos porque se desatendía a sus viudas en la distribución diaria de los alimentos.
Entonces los Doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: "No es justo que descuidemos el ministerio de la Palabra de Dios para ocuparnos de servir las mesas.
Es preferible, hermanos, que busquen entre ustedes a siete hombres de buena fama, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, y nosotros les encargaremos esta tarea.
De esa manera, podremos dedicarnos a la oración y al ministerio de la Palabra".
La asamblea aprobó esta propuesta y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe y a Prócoro, a Nicanor y a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía.
Los presentaron a los Apóstoles, y estos, después de orar, les impusieron las manos.
Así la Palabra de Dios se extendía cada vez más, el número de discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén y muchos sacerdotes abrazaban la fe.

Salmo 33(32),1-2.4-5.18-19.


Aclamen, justos, al Señor:
es propio de los buenos alabarlo.
Alaben al Señor con la cítara,
toquen en su honor el arpa de diez cuerdas.
Porque la palabra del Señor es recta
y él obra siempre con lealtad;
él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y sustentarlos en el tiempo de indigencia.

Epístola I de San Pedro 2,4-9.


Queridos hermanos:
Al acercarse a él, la piedra viva, rechazada por los hombres pero elegida y preciosa a los ojos de Dios,
también ustedes, a manera de piedras vivas, son edificados como una casa espiritual, para ejercer un sacerdocio santo y ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por Jesucristo.
Porque dice la Escritura: Yo pongo en Sión una piedra angular, elegida y preciosa: el que deposita su confianza en ella, no será confundido.
Por lo tanto, a ustedes, los que creen, les corresponde el honor. En cambio, para los incrédulos, la piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular:
piedra de tropiezo y roca de escándalo. Ellos tropiezan porque no creen en la Palabra: esa es la suerte que les está reservada.
Ustedes, en cambio, son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz.

Evangelio según San Juan 14,1-12.


Jesús dijo a sus discípulos:
"No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí.
En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar.
Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes.
Ya conocen el camino del lugar adonde voy".
Tomás le dijo: "Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?".
Jesús le respondió: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí."
Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto".
Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta".
Jesús le respondió: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Como dices: 'Muéstranos al Padre'?
¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras.
Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.
Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre."

“Vosotros ya sabéis el camino para ir adonde yo voy.” (Jn 14,4)

      “Yo soy el camino, la verdad y la vida.” (Jn 14,6) El camino es la humildad que conduce a la verdad. La humildad es la pena. La verdad es el fruto de la pena. Tu dirás: ¿por dónde sé yo que habla de la humildad cuando dice simplemente: Yo soy el camino? El mismo te responde añadiendo: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón.” (Mt 11,29) Se presenta como ejemplo de humildad y de dulzura. Si tú lo imitas no caminarás en tinieblas sino que tendrás la luz de la vida. (Jn 8,12) ¿Cuál es la luz de la vida sino la verdad? Ella ilumina todo hombre que viene a este mundo (Jn 1,9); le muestra el camino verdadero...

      Yo veo el camino de la humildad. Deseo su fruto: la verdad. Pero ¿qué hacer cuando la ruta parece demasiado difícil para llegar a donde quiero llegar? Escuchad su respuesta: “Yo soy el camino, es decir, el viático que sostiene el esfuerzo de todo el camino”. A los que se descarrían y yerran el camino les grita: “Yo soy el camino”; a los que suben por el camino, pero desfallecen: “Yo soy la vida”. Más aún: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las has dado a conocer a los sencillos...” (Lc 10,21)

      Escuchad a la misma verdad que dice a los que la buscan: “Venid a mí los que me deseáis, y saciaos de mis frutos.” (Eclo 24,19)  y en otro lugar: “Venid a mí los que estáis cansado y agobiados que yo os aliviaré.” (Mt 11,28) Venid, dice. ¿A dónde?  A mí, la verdad. ¿Por dónde? Por el camino de la humildad.



RECOMENDACIONES


sábado, 13 de mayo de 2017

Invocando el nombre de Jesús

Libro de los Hechos de los Apóstoles 13,44-52.


Casi toda la ciudad se reunió el sábado siguiente para escuchar la Palabra de Dios. 
Al ver esa multitud, los judíos se llenaron de envidia y con injurias contradecían las palabras de Pablo. 
Entonces Pablo y Bernabé, con gran firmeza, dijeron: "A ustedes debíamos anunciar en primer lugar la Palabra de Dios, pero ya que la rechazan y no se consideran dignos de la Vida eterna, nos dirigimos ahora a los paganos. 
Así nos ha ordenado el Señor: Yo te he establecido para ser la luz de las naciones, para llevar la salvación hasta los confines de la tierra". 
Al oír esto, los paganos, llenos de alegría, alabaron la Palabra de Dios, y todos los que estaban destinados a la Vida eterna abrazaron la fe. 
Así la Palabra del Señor se iba extendiendo por toda la región. 
Pero los judíos instigaron a unas mujeres piadosas que pertenecían a la aristocracia y a los principales de la ciudad, provocando una persecución contra Pablo y Bernabé, y los echaron de su territorio. 
Estos, sacudiendo el polvo de sus pies en señal de protesta contra ellos, se dirigieron a Iconio. 
Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.

Salmo 98(97),1.2-3ab.3cd-4.


Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria.
El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad
en favor del pueblo de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos.

Evangelio según San Juan 14,7-14.


Jesús dijo a sus discípulos: 
"Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto". 
Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta". 
Jesús le respondió: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Como dices: 'Muéstranos al Padre'? 
¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. 
Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras. 
Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre."
Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 
Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré."


Pedir invocando el nombre de Jesús

Entre todos los saludables consejos y divinos preceptos con los que el Señor orientó a su pueblo para la salvación, le enseñó también la manera de orar, y, a su vez, él mismo nos instruyó y aconsejó sobre lo que teníamos que pedir. El que nos dio la vida nos enseño también a orar, con la misma benignidad con la que da y otorga todo lo demás, para que fuésemos escuchados con más facilidad, al dirigirnos al Padre con la misma oración que el Hijo nos enseñó. El señor ya había predicho que se acercaba la hora en que los verdaderos adoradores adorarían al Padre en espíritu y verdad (Jn 4,24); y cumplió lo que antes había prometido, de tal manera que nosotros, que habíamos recibido el espíritu y la verdad como consecuencia de su santificación, adoráramos a Dios verdadera y espiritualmente, de acuerdo con sus enseñanzas.
¿Qué oración más espiritual puede haber que la que nos fue dada por Cristo, por quien también nos fue enviado el Espíritu Santo, y qué plegaria más verdadera ante el Padre que la que brotó de labios del Hijo, que es la verdad?
Oremos, pues, hermanos queridos, como Dios, nuestro maestro, nos enseñó. A Dios le resulta amiga y filial la oración que se le dirige con sus mismas palabras, la misma oración de Cristo que llega a sus oídos. Cuando hacemos oración, que el Padre reconozca las palabras de su propio Hijo; el mismo que habita dentro del corazón sea el que resuene en la voz, y, puesto que lo tenemos como abogado ante el Padre por nuestros pecados, al pedir por nuestros delitos, como pecadores que somos, empleemos las mismas palabras de nuestro defensor pues él ha dicho» «Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, os lo concederá» (Jn 16,23).



viernes, 5 de mayo de 2017

Los que se van y los que se quedan

Libro de los Hechos de los Apóstoles 9,31-42. 

La Iglesia, entre tanto, gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba consolidando, vivía en el temor del Señor y crecía en número, asistida por el Espíritu Santo.
Pedro, en una gira por todas las ciudades, visitó también a los santos que vivían en Lida.
Allí encontró a un paralítico llamado Eneas, que estaba postrado en cama desde hacía ocho años.
Pedro le dijo: "Eneas, Jesucristo te devuelve la salud: levántate, y arregla tú mismo la cama". El se levantó en seguida,
y al verlo, todos los habitantes de Lida y de la llanura de Sarón se convirtieron al Señor.
Entre los discípulos de Jope había una mujer llamada Tabitá, que quiere decir "gacela". Pasaba su vida haciendo el bien y repartía abundantes limosnas.
Pero en esos días se enfermó y murió. Después de haberla lavado, la colocaron en la habitación de arriba.
Como Lida está cerca de Jope, los discípulos, enterados de que Pedro estaba allí, enviaron a dos hombres para pedirle que acudiera cuanto antes.
Pedro salió en seguida con ellos. Apenas llegó, lo llevaron a la habitación de arriba. Todas las viudas lo rodearon y, llorando, le mostraban las túnicas y los abrigos que les había hecho Tabitá cuando vivía con ellas.
Pedro hizo salir a todos afuera, se puso de rodillas y comenzó a orar. Volviéndose luego hacia el cadáver, dijo: "Tabitá, levántate". Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó.
El la tomó de la mano y la hizo levantar. Llamó entonces a los hermanos y a las viudas, y se la devolvió con vida.
La noticia se extendió por toda la ciudad de Jope, y muchos creyeron en el Señor.

Salmo 116(115),12-13.14-15.16-17. 

¿Con qué pagaré al Señor
todo el bien que me hizo?
Alzaré la copa de la salvación
e invocaré el nombre del Señor.

Cumpliré mis votos al Señor
en presencia de todo su pueblo.
¡Qué penosa es para el Señor
la muerte de sus amigos!

Yo, Señor, soy tu servidor,
tu servidor, lo mismo que mi madre:
por eso rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
e invocaré el nombre del Señor.



Evangelio según San Juan 6,60-69. 

Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?".
Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza?
¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?
El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.
Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.
Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede".
Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.
Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?".
Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.
Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".

“¿Vosotros también queréis marcharos?”


      Yo os escribo en su preciosa sangre, con el deseo que vosotros veáis a los verdaderos servidores de Jesús crucificado, constantes y perseverantes hasta la muerte, para que recibáis la corona de gloria, que no sé da al que comienza solamente, sino al que persevera hasta el fin. Yo quiero por tanto que vosotros os apliquéis a correr con celo en la vía de la verdad, esforzaos siempre  en avanzar de virtud en virtud. No avanzar es retroceder, pues el alma no puede jamás estar quieta.

      Y ¿cómo podremos nosotros, muy queridos hijos, aumentar el fuego en el santo deseo? Poniendo la leña sobre el fuego. Pero ¿qué fuego?  El recuerdo de los numerosos e infinitos favores de Dios, que son innombrables, y sobre todo el recuerdo de la sangre vertida por el Verbo, su Hijo único, para mostrarnos a nosotros el amor inefable que Dios nos tiene; recordando nosotros este favor y tantos otros, veremos aumentar nuestro amor.


El verdadero alimento

Libro de los Hechos de los Apóstoles 9,1-20. 

Saulo, que todavía respiraba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote 
y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de traer encadenados a Jerusalén a los seguidores del Camino del Señor que encontrara, hombres o mujeres. 
Y mientras iba caminando, al acercarse a Damasco, una luz que venía del cielo lo envolvió de improviso con su resplandor. 
Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?". 
El preguntó: "¿Quién eres tú, Señor?". "Yo soy Jesús, a quien tú persigues, le respondió la voz. 
Ahora levántate, y entra en la ciudad: allí te dirán qué debes hacer". 
Los que lo acompañaban quedaron sin palabra, porque oían la voz, pero no veían a nadie. 
Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco. 
Allí estuvo tres días sin ver, y sin comer ni beber. 
Vivía entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en una visión: "¡Ananías!". El respondió: "Aquí estoy, Señor". 
El Señor le dijo: "Ve a la calle llamada Recta, y busca en casa de Judas a un tal Saulo de Tarso. 
El está orando y ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías, que entraba y le imponía las manos para devolverle la vista". 
Ananías respondió: "Señor, oí decir a muchos que este hombre hizo un gran daño a tus santos en Jerusalén. 
Y ahora está aquí con plenos poderes de los jefes de los sacerdotes para llevar presos a todos los que invocan tu Nombre". 
El Señor le respondió: "Ve a buscarlo, porque es un instrumento elegido por mí para llevar mi Nombre a todas las naciones, a los reyes y al pueblo de Israel. 
Yo le haré ver cuánto tendrá que padecer por mi Nombre". 
Ananías fue a la casa, le impuso las manos y le dijo: "Saulo, hermano mío, el Señor Jesús -el mismo que se te apareció en el camino- me envió a ti para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo". 
En ese momento, cayeron de sus ojos una especie de escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado. 
Después comió algo y recobró sus fuerzas. Saulo permaneció algunos días con los discípulos que vivían en Damasco, 
y luego comenzó a predicar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios. 

Salmo 117(116),1.2. 

¡Alaben al Señor, todas las naciones, 
glorifíquenlo, todos los pueblos!

Porque es inquebrantable su amor por nosotros, 
y su fidelidad permanece para siempre. 

¡Aleluya!



Evangelio según San Juan 6,52-59. 

Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?". 
Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. 
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. 
Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. 
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. 
Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. 
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente". 
Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún. 

“Mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida”


      El Árbol de la vida es el amor de Dios. Adán lo perdió en su caída y ya nunca jamás encontró de nuevo el gozo, sino que trabajaba y sufría en una tierra llena de espinas (Gn 3,18). Los que se han alejado del amor de Dios, trabajan y comen del pan de sus sudores (Gn 3,19), y es así aunque su vida fuera recta; éste es el pan que ha dado de comer a la primera criatura después de la caída. Hasta que no encontremos el amor, nuestro trabajo será realizado en tierra de espinas...; sea la que fuere nuestra justicia personal, comemos gracias al sudor de nuestro rostro. 

      Pero cuando hemos encontrado al amor, nos alimentamos del pan celeste, y somos reconfortados más allá de todo trabajo y todo sufrimiento. El pan celeste es Cristo, que ha bajado del cielo y ha dado la vida al mundo. Y este es el alimento de los ángeles (Sl 77,25). El que ha encontrado al amor se alimenta de Cristo cada día y en cada hora, y llega a ser inmortal. Porque él mismo ha dicho: “El que coma del pan que yo le daré, no conocerá la muerte”. Dichoso el que come del pan del amor, que es Jesús. Porque el que se alimenta del amor se alimenta de Cristo, el Dios que domina el universo, aquel de quien Juan da testimonio cuando dice: “Dios es amor” (1Jn 4,8). 

      Así pues, el que vive en el amor recibe de Dios el fruto de la vida. Respira ya en este mundo el aire de la resurrección, este aire en el cual los justos resucitados tienen sus delicias. El amor es el Reino. El Señor ha ordenado a sus apóstoles se alimentaran  de este Reino; comer y beber en la mesa de mi Reino (Lc 22,30) ¿es otra cosa que el amor? Porque el amor es capaz de alimentar al hombre en lugar de todo alimento y de toda bebida. Este es el “vino que alegra el corazón del hombre” (sl 104,16); dichoso el que bebe de este vino.


jueves, 4 de mayo de 2017

Para la Vida del Mundo


Libro de los Hechos de los Apóstoles 8,26-40. 

El Angel del Señor dijo a Felipe: "Levántate y ve hacia el sur, por el camino que baja de Jerusalén a Gaza: es un camino desierto".
El se levantó y partió. Un eunuco etíope, ministro del tesoro y alto funcionario de Candace, la reina de Etiopía, había ido en peregrinación a Jerusalén
y se volvía, sentado en su carruaje, leyendo al profeta Isaías.
El Espíritu Santo dijo a Felipe: "Acércate y camina junto a su carro".
Felipe se acercó y, al oír que leía al profeta Isaías, le preguntó: "¿Comprendes lo que estás leyendo?".
El respondió: "¿Cómo lo puedo entender, si nadie me lo explica?". Entonces le pidió a Felipe que subiera y se sentara junto a él.
El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era el siguiente: Como oveja fue llevado al matadero; y como cordero que no se queja ante el que lo esquila, así él no abrió la boca.
En su humillación, le fue negada la justicia. ¿Quién podrá hablar de su descendencia, ya que su vida es arrancada de la tierra?
El etíope preguntó a Felipe: "Dime, por favor, ¿de quién dice esto el Profeta? ¿De sí mismo o de algún otro?".
Entonces Felipe tomó la palabra y, comenzando por este texto de la Escritura, le anunció la Buena Noticia de Jesús.
Siguiendo su camino, llegaron a un lugar donde había agua, y el etíope dijo: "Aquí hay agua, ¿qué me impide ser bautizado?".

Y ordenó que detuvieran el carro; ambos descendieron hasta el agua, y Felipe lo bautizó.
Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor, arrebató a Felipe, y el etíope no lo vio más, pero seguía gozoso su camino.
Felipe se encontró en Azoto, y en todas las ciudades por donde pasaba iba anunciando la Buena Noticia, hasta que llegó a Cesarea.

Salmo 66(65),8-9.16-17.20. 

Bendigan, pueblos, a nuestro Dios,
hagan oír bien alto su alabanza:
él nos concedió la vida
y no dejó que vacilaran nuestros pies.

Los que temen al Señor, vengan a escuchar,
yo les contaré lo que hizo por mí:
apenas mi boca clamó hacia él,
mi lengua comenzó a alabarlo.

Bendito sea Dios,
que no rechazó mi oración
ni apartó de mí su misericordia.


Evangelio según San Juan 6,44-51. 

Jesús dijo a la gente: "Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.
Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.
Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".

“El pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo”


      “Nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan” (1C 10,17). ¿Qué es este pan que comemos? El Cuerpo de Cristo. ¿Qué llegan a ser los que comen de él? El Cuerpo de Cristo; no una multitud sino un mismo Cuerpo. Al igual que el pan, compuesto de tantos granos de trigo, no es más que un único pan en el que los granos desaparecen; al igual que los granos siguen formando el pan pero es imposible distinguirlos dentro de la masa en la que subsisten tan bien unidos, así también nosotros, todos unidos con Cristo no formamos más que un todo. En efecto, un miembro no se nutre de un cuerpo distinto del que se nutre otro miembro del mismo cuerpo, sino que es el mismo Cuerpo el que los nutre a todos. Por esto el apóstol Pablo ha añadido: “Participamos todos de un mismo pan”.

      Pues bien, si ahora todos participamos del mismo pan, si todos llegamos a ser el mismo Cristo, ¿por qué no vivimos todos la misma caridad?... Es eso lo que ya demostraban nuestros padres en su tiempo: “en el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo” (Hch 4,32). Ahora no es igual; sino todo lo contrario. Y, sin embargo, hombre, es Cristo quien ha venido a buscarte, a ti que estabas tan lejos de él, para unirse a ti. ¿Y tú no quieres unirte a tu hermano?...

      En efecto, no tan sólo nos ha dado su cuerpo, sino que, así como la primera carne, sacada de la tierra, estaba muerta por el pecado, él, por así decirlo, ha introducido en ella otro fermento, su misma carne, de la misma naturaleza que la nuestra pero exenta de todo pecado, llena de vida. El Señor nos la ha dado a compartir a todos para que, alimentados de esta nueva carne, viviendo en comunión los unos con los otros, podamos entrar en la vida inmortal.




sábado, 29 de abril de 2017

La barca tocó tierra

Libro de los Hechos de los Apóstoles 6,1-7. 

En aquellos días, como el número de discípulos aumentaba, los helenistas comenzaron a murmurar contra los hebreos porque se desatendía a sus viudas en la distribución diaria de los alimentos.
Entonces los Doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: "No es justo que descuidemos el ministerio de la Palabra de Dios para ocuparnos de servir las mesas.
Es preferible, hermanos, que busquen entre ustedes a siete hombres de buena fama, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, y nosotros les encargaremos esta tarea.
De esa manera, podremos dedicarnos a la oración y al ministerio de la Palabra".
La asamblea aprobó esta propuesta y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe y a Prócoro, a Nicanor y a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía.
Los presentaron a los Apóstoles, y estos, después de orar, les impusieron las manos.
Así la Palabra de Dios se extendía cada vez más, el número de discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén y muchos sacerdotes abrazaban la fe.

Salmo 33(32),1-2.4-5.18-19. 

Aclamen, justos, al Señor:
es propio de los buenos alabarlo.
Alaben al Señor con la cítara,
toquen en su honor el arpa de diez cuerdas.

Porque la palabra del Señor es recta
y él obra siempre con lealtad;
él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor.

Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y sustentarlos en el tiempo de indigencia.



Evangelio según San Juan 6,16-21. 

Al atardecer, sus discípulos bajaron a la orilla del mar
y se embarcaron, para dirigirse a Cafarnaún, que está en la otra orilla. Ya era de noche y Jesús aún no se había reunido con ellos.
El mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento.
Cuando habían remado unos cinco kilómetros, vieron a Jesús acercarse a la barca caminando sobre el agua, y tuvieron miedo.
El les dijo: "Soy yo, no teman".
Ellos quisieron subirlo a la barca, pero esta tocó tierra en seguida en el lugar adonde iban.



“La barca tocó tierra en seguida en el lugar adonde iban.”


      Cristo sube a una barca. ¿No era él que enjugó el mar, amontonando las aguas por ambos lados para que el pueblo de Israel pudiera pasara a pie enjuto como por un valle? (Ex 14,29) ¿No era él que hizo pasar a Pedro por encima de las aguas, haciendo que las olas formaran un suelo firme y sólido debajo de sus pies? (Mt 14,29)

      Cristo sube a la barca. Cristo, para atravesar el mar de este mundo hasta el final de los tiempos, sube a la barca de su Iglesia para conducir a los que creen en él hasta la patria del cielo por una travesía apacible, y hacer de aquellos con quien compartió la condición humana, ciudadanos de su reino. Cristo, ciertamente, no tiene necesidad de la barca, pero la barca necesita a Cristo. Sin este timonero celestial, en efecto, la barca de la Iglesia, agitada por las olas, no llegaría nunca a puerto seguro.


viernes, 28 de abril de 2017

la gran fiesta de los judíos

Libro de los Hechos de los Apóstoles 5,34-42. 

Un fariseo, llamado Gamaliel, que era doctor de la Ley, respetado por todo el pueblo, se levantó en medio del Sanedrín. Después de hacer salir por un momento a los Apóstoles,
dijo a los del Sanedrín: "Israelitas, cuídense bien de lo que van a hacer con esos hombres.
Hace poco apareció Teudas, que pretendía ser un personaje, y lo siguieron unos cuatrocientos hombres; sin embargo, lo mataron, sus partidarios se dispersaron, y ya no queda nada.
Después de él, en la época del censo, apareció Judas de Galilea, que también arrastró mucha gente: igualmente murió, y todos sus partidarios se dispersaron.
Por eso, ahora les digo: No se metan con esos hombres y déjenlos en paz, porque si lo que ellos intentan hacer viene de los hombres, se destruirá por sí mismo,
pero si verdaderamente viene de Dios, ustedes no podrán destruirlos y correrán el riesgo de embarcarse en una lucha contra Dios". Los del Sanedrín siguieron su consejo:
llamaron a los Apóstoles, y después de hacerlos azotar, les prohibieron hablar en el nombre de Jesús y los soltaron.
Los Apóstoles, por su parte, salieron del Sanedrín, dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús.
Y todos los días, tanto en el Templo como en las casas, no cesaban de enseñar y de anunciar la Buena Noticia de Cristo Jesús.

Salmo 27(26),1.4.13-14. 

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?

Una sola cosa he pedido al Señor,
y esto es lo que quiero:
vivir en la Casa del Señor
todos los días de mi vida,
para gozar de la dulzura del Señor
y contemplar su Templo.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor.



Evangelio según San Juan 6,1-15. 

Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades.
Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos.
Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.
Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para darles de comer?".
El decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.
Felipe le respondió: "Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan".
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo:
"Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?".
Jesús le respondió: "Háganlos sentar". Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres.
Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron.
Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada".
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.
Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: "Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo".
Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.

«Antes de la Pascua, la gran fiesta de los judíos»


      En el corazón de la celebración de la Eucaristía se encuentran el pan y el vino que, por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Fiel a la orden del Señor, la Iglesia continúa haciendo, en memoria de Él, hasta su retorno glorioso, lo que Él hizo la víspera de su pasión: "Tomó pan...", "tomó el cáliz lleno de vino...". Al convertirse misteriosamente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, los signos del pan y del vino siguen significando también la bondad de la creación. Así, en el ofertorio, damos gracias al Creador por el pan y el vino (cf Sal 104,13-15), fruto "del trabajo del hombre", pero antes, "fruto de la tierra" y "de la vid", dones del Creador. La Iglesia ve en en el gesto de Melquisedec, rey y sacerdote, que "ofreció pan y vino" (Gn 14,18), una prefiguración de su propia ofrenda.

      En la Antigua Alianza, el pan y el vino eran ofrecidos como sacrificio entre las primicias de la tierra en señal de reconocimiento al Creador. Pero reciben también una nueva significación en el contexto del Éxodo: los panes ácimos que Israel come cada año en la Pascua conmemoran la salida apresurada y liberadora de Egipto. El recuerdo del maná del desierto sugerirá siempre a Israel que vive del pan de la Palabra de Dios (Dt 8,3).   Finalmente, el pan de cada día es el fruto de la Tierra prometida, prenda de la fidelidad de Dios a sus promesas. El "cáliz de bendición" (1 Co 10,16), al final del banquete pascual de los judíos, añade a la alegría festiva del vino una dimensión escatológica, la de la espera mesiánica del restablecimiento de Jerusalén. Jesús instituyó su Eucaristía dando un sentido nuevo y definitivo a la bendición del pan y del cáliz.

      Los milagros de la multiplicación de los panes, cuando el Señor dijo la bendición, partió y distribuyó los panes por medio de sus discípulos para alimentar la multitud, prefiguran la sobreabundancia de este único pan de su Eucaristía (cf. Mt 14,13-21; 15, 32-29). El signo del agua convertida en vino en Caná (cf Jn 2,11) anuncia ya la Hora de la glorificación de Jesús. Manifiesta el cumplimiento del banquete de las bodas en el Reino del Padre, donde los fieles beberán el vino nuevo (cf Mc 14,25) convertido en Sangre de Cristo.


jueves, 27 de abril de 2017

El que cree en mi no morirá

Libro de los Hechos de los Apóstoles 5,17-26. 

Intervino entonces el Sumo Sacerdote con todos sus partidarios, los de la secta de los saduceos. Llenos de envidia,
hicieron arrestar a los Apóstoles y los enviaron a la prisión pública.
Pero durante la noche, el Angel del Señor abrió las puertas de la prisión y los hizo salir. Luego les dijo:
"Vayan al Templo y anuncien al pueblo todo lo que se refiere a esta nueva Vida".
Los Apóstoles, obedecieron la orden, entraron en el Templo en las primeras horas del día, y se pusieron a enseñar. Entre tanto, llegaron el Sumo Sacerdote y sus partidarios, convocaron al Sanedrín y a todo el Senado del pueblo de Israel, y mandaron a buscarlos a la cárcel.
Cuando llegaron los guardias a la prisión, no los encontraron. Entonces volvieron y dijeron:
"Encontramos la prisión cuidadosamente cerrada y a los centinelas de guardia junto a las puertas, pero cuando las abrimos, no había nadie adentro".
Al oír esto, el jefe del Templo y los sumos sacerdotes quedaron perplejos y no podían explicarse qué había sucedido.
En ese momento llegó uno, diciendo: "Los hombres que ustedes arrestaron, están en el Templo y enseñan al pueblo".
El jefe de la guardia salió con sus hombres y trajeron a los Apóstoles, pero sin violencia, por temor de ser apedreados por el pueblo.

Salmo 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9. 

Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor:
que lo oigan los humildes y se alegren.

Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: El me respondió
y me libró de todos mis temores.

Miren hacia El y quedarán resplandecientes,
y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor:
El lo escuchó y lo salvó de sus angustias.

El Ángel del Señor acampa
en torno de sus fieles, y los libra.
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
¡Felices los que en El se refugian!


Evangelio según San Juan 3,16-21. 

Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas.
En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.

"El que cree en mi no morirá, sino que obtendrá la vida eterna"


      ¿Qué nos está diciendo pues la cruz de Cristo, que es en cierto sentido la última palabra de su mensaje y de su misión mesiánica? Y sin embargo ésta no es aún la última palabra del Dios de la alianza: esa palabra será pronunciada en aquella alborada, cuando las mujeres primero y los Apóstoles después, venidos al sepulcro de Cristo crucificado, verán la tumba vacía y proclamarán por vez primera: «Ha resucitado». Ellos lo repetirán a los otros y serán testigos de Cristo resucitado.

      No obstante, también en esta glorificación del hijo de Dios sigue estando presente la cruz, la cual —a través de todo el testimonio mesiánico del Hombre-Hijo— que sufrió en ella la muerte, habla y no cesa nunca de decir que Dios-Padre, que es absolutamente fiel a su eterno amor por el hombre, ya que «tanto amó al mundo —por tanto al hombre en el mundo— que le dio a su Hijo unigénito, para que quien crea en él no muera, sino que tenga la vida eterna».

      Creer en el Hijo crucificado significa «ver al Padre», (Jn 14,9) significa creer que el amor está presente en el mundo y que este amor es más fuerte que toda clase de mal, en que el hombre, la humanidad, el mundo están metidos. Creer en ese amor significa creer en la misericordia. En efecto, es ésta la dimensión indispensable del amor, es como su segundo nombre y a la vez el modo específico de su revelación y actuación respecto a la realidad del mal presente en el mundo que afecta al hombre y lo asedia, que se insinúa asimismo en su corazón y puede hacerle  «perecer en la gehenna" (Mt 10,28).


lunes, 24 de abril de 2017

Ya no necesitamos signos y prodigios

Epístola I de San Pedro 5,5b-14. 

Queridos hermanos:
Que cada uno se revista de sentimientos de humildad para con los demás, porque Dios se opone a los orgullosos y da su ayuda a los humildes.
Humíllense bajo la mano poderosa de Dios, para que él los eleve en el momento oportuno.
Descarguen en él todas sus inquietudes, ya que él se ocupa de ustedes.
Sean sobrios y estén siempre alerta, porque su enemigo, el demonio, ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar.
Resístanlo firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos dispersos por el mundo padecen los mismos sufrimientos que ustedes.
El Dios de toda gracia, que nos ha llamado a su gloria eterna en Cristo, después que hayan padecido un poco, los restablecerá y confirmará, los hará fuertes e inconmovibles.
¡A él sea la gloria y el poder eternamente! Amén.
Les escribo estas palabras por medio de Silvano, a quien considero un hermano fiel, para exhortarlos y atestiguar que esta es la verdadera gracia de Dios: permanezcan adheridos a ella.
La iglesia de Babilonia, que ha sido elegida como ustedes, los saluda, lo mismo que mi hijo Marcos.
Salúdense los unos a los otros con un beso de amor fraternal. Que descienda la paz sobre todos ustedes, los que están unidos a Cristo.

Salmo 89(88),2-3.6-7.16-17. 

Cantaré eternamente el amor del Señor,
proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.
Porque tú has dicho:
«Mi amor se mantendrá eternamente,

mi fidelidad está afianzada en el cielo.»
El cielo celebre tus maravillas, Señor,
y tu fidelidad en la asamblea de los santos,
porque ¿quién es comparable al Señor

en las alturas?
¿quién es como el Señor entre los hijos de Dios?
¡Feliz el pueblo que sabe aclamarte!
Ellos caminarán a la luz de tu rostro;

se alegrarán sin cesar en tu Nombre,
serán exaltados a causa de tu justicia.

Evangelio según San Marcos 16,15-20. 

Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación."
El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.
Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas;
podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán".
Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios.
Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.

“El Señor trabajaba con ellos y confirmaba la Palabra”


      El Señor le dijo a los Once: “Estas señales acompañarán a los que crean: en mi Nombre, echarán demonios; hablarán un nuevo lenguaje; tomarán a las serpientes con las manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño; le impondrán sus manos a los enfermos, y los enfermos recuperarán la salud”. En la Iglesia primitiva, todos estos signos que el Señor enumera, no solo los apóstoles, sino también muchos otros santos los cumplieron al pie de la letra. Los paganos no habrían abandonado el culto a los ídolos si la predicación evangélica no hubiera sido confirmada por tantos signos y milagros. De hecho, ¿no eran los discípulos de Cristo los que predicaban a “un Mesías crucificado, escándalo para los judíos y locura de los paganos”, según la expresión de san Pablo? (1Co 1,23)...

      Pero en cuanto a nosotros, ya no necesitamos signos y prodigios: nos basta leer o escuchar la historia de los que estuvieron allí. Porque nosotros creemos en el Evangelio, creemos en lo que cuentan las Escrituras.

      No obstante, aún se producen señales todos los días; y si realmente queremos prestar atención, reconoceremos que tal vez éstas tienen más valor que los milagros materiales de otros tiempos.

      Cada día los sacerdotes dan el bautismo y hacen llamadas a la conversión: ¿no es eso cazar a los demonios? Cada día hablan un lenguaje nuevo cuando explican las santas Escrituras y reemplazan los antiguos escritos con la novedad del sentido espiritual. Hace huir a las serpientes, cuando quitan lo que une a los corazones de los pecadores con el vicio, por una dulce persuasión...; curan a los enfermos cuando reconcilian a Dios con sus almas inválidas por medio de sus plegarias. Tales eran los signos que el Señor había prometido para sus santos: tales son los que se realizan aún hoy en día.


domingo, 23 de abril de 2017

Señor mío y Dios Mío

Libro de los Hechos de los Apóstoles 2,42-47. 

Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones.
Un santo temor se apoderó de todos ellos, porque los Apóstoles realizaban muchos prodigios y signos.
Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común:
vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno.
Intimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón;
ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo. Y cada día, el Señor acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse.

Salmo 118(117),2-4.13-15.22-24. 

Que lo diga el pueblo de Israel:
¡es eterno su amor!
Que lo diga la familia de Aarón:
íes eterno su amor!
Que lo digan los que temen al Señor:
¡es eterno su amor!

Me empujaron con violencia para derribarme,
pero el Señor vino en mi ayuda.
El Señor es mi fuerza y mi protección;
él fue mi salvación.
Un grito de alegría y de victoria
resuena en las carpas de los justos.

“La mano del Señor hace proezas,
La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor
y es admirable a nuestros ojos.
Este es el día que hizo el Señor:

alegrémonos y regocijémonos en él.

Epístola I de San Pedro 1,3-9. 

Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, nos hizo renacer, por la resurrección de Jesucristo, a una esperanza viva,
a una herencia incorruptible, incontaminada e imperecedera, que ustedes tienen reservada en el cielo.
Porque gracias a la fe, el poder de Dios los conserva para la salvación dispuesta a ser revelada en el momento final.
Por eso, ustedes se regocijan a pesar de las diversas pruebas que deben sufrir momentáneamente:
así, la fe de ustedes, una vez puesta a prueba, será mucho más valiosa que el oro perecedero purificado por el fuego, y se convertirá en motivo de alabanza, de gloria y de honor el día de la Revelación de Jesucristo.
Porque ustedes lo aman sin haberlo visto, y creyendo en él sin verlo todavía, se alegran con un gozo indecible y lleno de gloria,
seguros de alcanzar el término de esa fe, que es la salvación.

Evangelio según San Juan 20,19-31. 

Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes".
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré".
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe".
Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!".
Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!".
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro.
Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

“Señor mío y Dios Mío”


      “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y meto el dedo en el lugar de los clavos, y pongo la mano en su costado, no creeré.”
Vemos en este discípulo una resistencia sorprendente; ni el testimonio de muchos de sus hermanos ni al verlos en su dicha les son suficientes para darle la fe. Y es ahí donde interviene el Señor, para cuidar esta fe. El buen Pastor no soporta la pérdida de su oveja (Mt 18,12), Él quien le había dicho a su Padre, “a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió” (Jn 17,12). Que los pastores aprendan  entonces el cuidado que deben manifestar para con sus ovejas, pues el Señor se apareció por una sola. Toda su atención y toda su labor son poca cosa en comparación a la importancia de una sola alma.

      “Acerca aquí tu dedo, y mira mis manos; extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. ¡Bienaventurada la mano que ha escudriñado los secretos del corazón de Cristo! ¿Qué riquezas no habrá encontrado? Fue al reposarse en éste corazón que Juan extrajo los misterios del Cielo (Jn 13,25) . Fue escudriñándolo que Tomás descubrió ahí grandes tesoros, ¡qué admirable escuela que educa a tales discípulos! Gracias a ella, Juan se expresó sobre la divinidad de las maravillas más altas que los astros diciendo: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Jn 1,1).   Y Tomás alcanzado por la luz de la Verdad, soltó éste grito sublime: “¡Señor mío y Dios mío!”.

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